Presentación:

« Las palabras con las que nombramos lo que somos, lo que hacemos, lo que pensamos, lo que percibimos o lo que sentimos son más que simplemente palabras. Y por eso las luchas por las palabras, por el significado y por el control de las palabras, por la imposición de ciertas palabras y por el silenciamiento o la desactivación de otras, son luchas en los que se juega algo más que simplemente palabras..»

Jorge Larrosa

viernes, 26 de diciembre de 2014

Tragasables

E
l teatro, sin dudas,  un lugar de encuentro con las emociones, allí donde cualquier cuento adquiere sobre las tablas el valor de la actuación.
En la calle Corrientes, se daban cita las mejores compañías, y si bien en este caso no se sabía bien de que se trataba la obra, había recibido tan buenas críticas que esa razón bastaba para que una hora antes de la función, la gente se acomode en una hilera interminable.

La creciente ansiedad había llegado a su momento culmine, minutos antes del comienzo. El lugar estaba como hacía muchos años no se lo veía, de bote a bote, incluso podría decirse que en cuanto a los asientos, estaba algo sobrevendido.
Una luz tenue provenía del escenario, velada casi por completo por el pesado telón.
Los espectadores llamaban al comienzo del espectáculo con un sepulcral silencio, seguido por fuertes aplausos.
La banda musical empezaba sus retumbes, haciendo vibrar el ambiente.
De pronto el cortinaje se abría suavemente.
Todo estaba presto, el primer vistazo fue desolador, ya que cualquiera podía decir, nada,  en aquellas tablas no había nada.


Sin embargo, ese, nada, como se dijo era para cualquiera, pero no para un espectador con vista avezada, él podía seguir la luz buscadora de color blanco inmaculado, y allí en el centro, vestida de gala, observar a esa hormiga empezando su acto, ingiriendo el aquel primer alfiler.

miércoles, 26 de noviembre de 2014

Sin destino

A
penas pude tomar un café medio frio, a las apuradas, poniéndome al mismo tiempo la ropa y tomando los últimos elementos del aparador, billetera, reloj, anillos, lapicera, llaves.
Salí a paso vivo por la humedad de un rocío que caía ahora sobre los pastos cortos de las aceras perfectamente mantenidas por los mañosos de mis vecinos.
Al doblar la esquina, lo vi claramente, despidiendo ese humo negro de gas oíl, y haciendo ese sonido que semejaba a la respiración de un moribundo animal jurásico. El 52, color verde y blanco estaba estacionado en su parada.
Llegue al trote, agitado por la falta de costumbre en ejercitación aeróbica, como quien dice casi escupiendo los pulmones.
Recorrí el coche desde atrás hacia adelante, y por las ventanillas podía ver que el pasaje estaba casi completo. Se veía gente sentada, abrazada a sus bolsos, escuchando música algunos, leyendo otros, unos pocos durmiendo. Había gente parada, ya dispuesta a emprender el viaje.

Subí por la puerta delantera y el chofer, estaba sentado en su puesto, mirando fijamente hacia adelante, moviendo el volante de un lado al otro, como si esquivara obstáculos a gran velocidad, al principio pensé que estaba haciendo algún tipo de prueba, pero al punto pude comprobar que lo hacía de puro loco nomas.
Recorrí el pasillo y encontré un asiento desocupado frente a la puerta de descenso, me arrebuje allí como quien no quiere ser  molestado, cubriendo mi cara lo máximo posible con las solapas de la campera.
Así como quien no quiere la cosa, empecé a ver de reojo gente que se levantaba y bajaba del colectivo, era lógico, me dije, al fin y al cabo nos habíamos movido ni un tranco de pollo, y parecía no tener en lo mediato apuro alguno.
Hasta acá, podía decirse que todo era más o menos normal, fue entonces cuando me di cuenta que algo estaba fuera de lugar, un pasajero que había subido con migo, estuvo un rato parado y luego toco el timbre para que le abrieran la puerta, acto seguido se bajó.
Me dirigí hacia el chofer, que seguía el muy abombao jugando a los chocadores, y le pregunte con tono de poca amistad, -¿Para cuando salimos jefe? Me miro de soslayo y casi sin ganas me contesto,-¿Usted no vio el cartelito de destino, mi amigo? indicándome con la mirada la dirección señalada.

Baje la escalerilla y mire desde afuera, comprobando que el cartel, no decía nada, estaba completamente  apagado, no tenía ninguna inscripción, ni destino. Asomándome por la puerta, le chiste, -Ey! ¡Oiga! Ese cartel no dice nada, no tiene destino…-Justamente, es por eso que no vamos a ninguna parte, ¿va a subir? No se lo tome a mal, pero ando un poco fuera de horario…

domingo, 12 de octubre de 2014

Mares

A
doraba visitar la antigua casa de sus abuelos, donde el pasado se había estancado en el presente evitando fluir.
Allí, entre gruesas paredes, altos techos y pisos de madera oscura, añoraba el ayer como si lo hubiese vivido. Incluso la antigua radio dispuesta en el centro del estar, emitía todavía esas canciones de antaño, cuyas melodías lo invitaban a
soñar, mientras se sentaba placenteramente en el señorial sillón de cuero, iluminado por los brillos de mil facetas provenientes de la imponente araña.
Aquella tarde, en la habitación de enseres, encontró un espejo cubierto de polvo, de marco de madera torneada, con una altura fuera de uso en estos días. Al pasarle la mano descubrió aquella dama, cuya hermosa mirada lo cautivo para siempre. Dibujando con la sobre el polvo, develo por completo aquella delicada silueta que permanecía en silencio, muy quieta, mirándolo profundamente.
En esa imagen, a diferencia de su mundo, lo antiguo cobraba vida señoreándose con el color ocre de lo antiguo.
Quizás algún otro  día encuentre el coraje necesario para cruzar el umbral, una vez del otro lado, la besaría  y en ese instante  atravesara los mares del tiempo.



Soledad

S
olo, con la soledad más absoluta, aquella que aun en compañía de otros no se puede sortear.
Las diferencias son las que separan, son las que aíslan. Allí, diferente a todos, un silencio atroz lo rodeaba.
El entendimiento, ese debelar códigos comunes, que le negaba la comunicación.
Ni siquiera podía morir, ya que morir significaba dejar de existir para los demás, y allí, estaba solo.


Saber escuchar

E
sto pasara eventualmente, si no ha pasado ya.
Esta es la historia de un tal Sánchez, pero podría ser la historia de otros tantos.
Era un tipo común, disfrutaba de las pequeñas cosas, no tenía grandes
posesiones, su mayor tesoro era una radio Spica, con protector de cuero negro.
Todas las tardes oía el programa de radio novelas, sentado en un banquito de madera, acercando el pequeño aparato a la oreja.
Esa novela le parecía conocida, contaba la historia de un hombre que sentado en un banquito de madera, acercando el pequeño aparato a la oreja escuchaba el destino de la humanidad .


sábado, 11 de octubre de 2014

Decisiones

L
o llamo la gerencia, ¿que querría, de él? Si llevaba durante años el mismo bajo perfil, que el potus de la oficina...
Sentado ante aquel señorial escritorio, escucho la oferta: el retiro voluntario, diez vales para el comedor, un sector del estacionamiento privado o los servicios amatorios de la secretaria de liquidaciones.
Dudaba, mientras lo observaba la mesa directiva.
El segundo del gerente, se contorsionaba nervioso en el sillón, mientras lo miraba esperando la decisión.
Firmo por el sector de estacionamiento, aunque levanto las sospechas de todos, ya que él no tenía vehículo.


lunes, 1 de septiembre de 2014

Encuentros

R
ecorría las veredas al amparo de los añosos árboles, que en estos días mezclaban el ocre con un verde naciente, sin preocupaciones, tomándose el tiempo para disfrutar de cada fragancia que le acercaba la brisa fresca de la tarde.
Llego al bar y tomo una de las mesas que daba a la calle, no podía recordar desde hace cuánto lo visitaba, pero allí sentía a flor de piel reminiscencias de un  pasado olvidado. No sabía si era el mobiliario, la ambientación de los años ochenta, o el aroma que desprendían los granos de café recién molidos, pero era sentarse en esa silla ancha de madera y volver a casa.
Mientras tomaba su infusión, la vio cruzar la calle, su melena morena acariciada por el viento, dejaba entrever con cada movimiento esos faroles de un marrón incandescente.
Verla caminar sobre esos finos y largos tacos, era ver en su máximo esplendor y balance a un cuerpo en sobras, cuyas delicadas curvas llamaban a recorrerlo.
Salió rápidamente a cruzarla, le sonrió y la invito a sentarse. Ella le devolvió la sonrisa inclinando su cabeza de lado, como en una sorda pregunta de un -¿Te parece?
Enfrentados en la pequeña mesa redonda, a casi un palmo de distancia, la cautivaba con palabras  y miradas profundas, que lo desnudaban ante tal belleza. Ella solo escuchaba, con su contemplación en otro tiempo. Pronto una lágrima recorrió su mejilla, se levantó y con una caricia eterna se fue.

No podía creer, haberlo encontrado así, en el mismo lugar de siempre, donde habían compartido horas eternas de encanto. Otra vez, él no podía recordarla, era como un extraño. ¿Intentaría otra vez revivir sus recuerdos? Dudo, no estaba segura de poder reponerse otra vez al fracaso.
Pronto se vio reflejada en sus pupilas, escuchándolo como antes, presa de sus frases, de sus promesas. ¡Qué triste historia!, ese amor se había perdido con su memoria y cada vez que se encontraban, todo volvía a empezar.

No lo soportaba, una lágrima más, esta era la última.

miércoles, 27 de agosto de 2014

El hombre gato

“Con el correr de los días, por aquel 1984, la prensa y la voz de la gente comenzaron a llenarse de más y más argumentos. En ellos, lo que en un principio pareció ser una simple fechoría de un loco suelto, entró en el terreno del horror, cuando continuó atacando

S
e despertó bañado en sudor, sentía la lengua pegada al paladar, rugosa, demasiado rugosa. Un ruido agudo profundo taladraba como una broca incandescente su ya extenuado cerebro.
Habían pasado varias horas desde la mordida, aquel contacto violento con el felino que creyó arrollado en la calzada, y que de pronto agradeció su preocupación con una furtiva dentellada.
Se levantó de un salto, no recordaba haber tenido nunca esa agilidad, bebió la leche del ancho pico de la botella, a borbotones, tragaba  y se ahogaba con el líquido blanquecino que se derramaba por el suelo de la cocina.
De vuelta en la habitación, se acerco a la mujer que yacía en la cama, oliéndola bien de cerca, le mostró su presencia. Mordiéndole suavemente el cuello, le comunico sus intenciones. Ella respondió con una caricia en su espalda, ahora cubierta por un bello erizado más grueso y largo de lo normal.
Mientras jadeaba se rendía a las uñas que rasgaban ese fino pijama de seda, no podía resistirse, el placer que él le daba la volvían prisionera.

La amo con fuerza, pero dulcemente, hasta que cayó plenamente exhausta. Ahora la contemplaba desnuda, con esa nueva mirada de ojos brillantes y negras pupilas enclavadas en lo más profundo de la noche.

sábado, 16 de agosto de 2014

Hidrofobia

A
unque en varios países, sobre todo en Asia y África, según cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS) la rabia causaba más de 55.000 muertes por año se la consideraba una enfermedad controlada. La vacunación de perros y gatos (principales vectores) se tenia como la prevención mas efectiva.
Nunca se supo que origino el brote mundial, si la proliferación de animales callejeros hasta cifras increíbles, o la mutación del virus a una cepa mucho más agresiva y con un periodo de incubación considerablemente más breve, lo que dificulto poder aislarlo y sintetizar una vacuna efectiva.
El paisaje de la ciudad sufrió un cambio radical, los perros y gatos habían traicionado la amistad que la humanidad les había brindado por siglos, y se habían convertido en dueños de las calles y los espacios a cielo abierto, feroces e inteligentes, se señoreaban sobre todo en las noches buscando presas.

Durante el día, la concentración de gases tóxicos, otra infructuosa idea para erradicar la plaga, se hacía máxima por lo que para aventurarse al exterior no bastaba proveerse de un traje protector contra posibles mordidas, sino que debía tenerse una máscara.
A veces me pregunto si no nos hemos puesto lo bastante locos como para implementar las soluciones más radicales a costo tal de que el remedio sea peor que la enfermedad, seguramente en algún lugar, alguien este pensado con apagar el sol.

jueves, 14 de agosto de 2014

El ultimo ejemplar

Se habían instalado en este pueblito del interior con la esperanza de poder empezar una vida distinta, lejos de la ciudad y su cultura acelerada.
Quizás otro negocio habría prosperado, pero él había elegido una pequeña librería, un lugar de ensueño, cálido, para quienes gustan de recorrer pisos de madera por el olor y el crujir de tablas bajo los pies, donde cada libro se acuna en un sitio perfectamente propio.

Claro, el público para estos lugares no se amontonaba en la vereda, pero alcanzaba como para subsistir. Él estaba feliz, no tenían grandes lujos, pero disfrutaba de poder estar donde quería, haciendo lo que amaba.
Una mañana como cualquier otra, entro al local un forastero con toda la apariencia de un vendedor de editorial. Se presentó con una sonrisa apacible en el rostro, sin apuro, como disfrutando del momento, y saco de su portafolios cuatro ejemplares de una cobertura color verde viejo, con un símbolo extraño en el centro. Los apoyo sobre el mostrador y dijo – Estos ejemplares son especiales, pertenecen a una impresión única de cinco ejemplares en total, cada uno de ellos guarda un capitulo y todas sus demás páginas en blanco. Ese capítulo es único en cada ejemplar. Hace tiempo busco el quinto libro, dedique mucho tiempo y esfuerzo, pero todo ha sido en vano. Creo que es tiempo de desprenderme de ellos, y dejar la búsqueda en otras manos.
Mientras el librero ojeaba las páginas escritas en finas letras de uno de los libros, Aquel extraño salía por la puerta con la misma sonrisa con la que había entrado, se lo podía ver en fuera del comercio, en la vereda, respirando como liberado, miro hacia adelante y partió.
El hubiese querido preguntar más, incluso quizás reusarse a aquella imposición, pero sin darse cuenta, ya lo había atrapado ese texto tan curioso que había empezado a leer: “Esta es la historia de los tiempos…” seguían caracteres incomprensibles, líneas más abajo: “solo podrá comprenderla quien…”


martes, 12 de agosto de 2014

Poseído

H
acia años había abandonado el sistema, con su nombre había dejado atrás su historia y también su futuro. A cambio, se había hecho dueño pleno de su presente. El decidía, nadie más, él vivía donde y como quería, no le debía nada a nadie, no compraba, no vendía, estaba por fuera de todo circuito del capital.
Le encantaba esa esquina, cerca de esa plaza de añosa arboleda, en la que la ciudad parecía lindar con el bosque. Allí pasaba sus días, sus noches, sin importar el clima, la naturaleza tenía con él un pacto de cuidado tácito.
En sus paseos matutinos, por las calles atestadas de gente cuyas vidas corrían tras el tener, muchos lo miraban de costado, algunos hasta se compadecían de su andrajosa apariencia, pobres locos pensaba.

Que irónico traidor es el destino, no se había dado por vencido, le tendería aun otra trampa. Cuando pasaba por ese antiguo negocio, el despachante sacaba a la calle un viejo sillón para tomar el sol, en deplorables condiciones. Inmediatamente, ni bien sus ojos se posaron en el, su deseo hizo el resto del trabajo, corrompiendo hasta la fibra más profunda de su corazón. Lo quiso, lo quiso para él, para nadie más. Corrió, y en el mismo momento que puso su mano sobre  cuero roto del respaldo, se perdió para siempre.

lunes, 11 de agosto de 2014

La hora vigesimoquinta

E
l despertador chirriaba intermitentemente, los grandes números rojos que anunciaban las 5:00 a.m. iluminaban tenuemente la habitación.
En silencio, para no molestar el sueño de los demás integrantes de la familia, se levantaba y mientras sintonizaba la estación  de radio acostumbrada, preparaba su ropa y se dirigía a tomar un baño.
En la soledad más profunda y fría de aquel momento en que la noche da paso al alba, sorbía su café, repasando mentalmente su agenda.
Tomaba ese tren, ya atestado de cuerpos, con miradas vacías, sumergidos cada uno en sus propios pesares.
Minuto  a minuto, la aguja le marcaba los pulsos de su monotonía, él solo se dejaba llevar, llevar a ningún lado, por esa vida aburrida y sin sentido. No se reprochaba nada, ni siquiera incluso, la autoría de su estado.
Volvía a su hogar tarde a la noche, cuando ya nadie lo esperaba, comía solo, también en silencio, faltaba poco, unos minutos más.
Así ocurría, que cuando el día terminaba para el resto de la humanidad, el ajustaba el reloj, volvía las manecillas atrás, solo una hora, su hora, una hora para ser.

En esos sesenta minutos se daba tiempo para escuchar alguna vieja canción, soñar, anhelar y hasta reír. Era su tiempo, el que robaba noche a noche a un destino sin color. Se permitía una lágrima, al final, antes de volver, una lagrima que se secaba en sonrisa, pronto todo volvería a empezar.

martes, 5 de agosto de 2014

La asamblea

El argumento ontológico o a priori, que afirma que la idea de Dios está implícita en la idea que el hombre se hace de él como perfección suprema, la demostración cosmológica, que se basa en la necesidad de una causa primera, y la fisicoteológica, a partir del orden del mundo que postula un ordenador.

Luego de un breve y doloroso preludio, cuando debía terminar la función y mi ser dejar de ser, descubrí que no había llegado el final.
Me invadió una inmensa alegría al saber de un futuro, pero duro menos de lo que hubiera deseado, ya que el júbilo dio paso al asombro.
¿Quién no se sorprendería?, todos esperamos que el juicio final sea llevado a cabo por el Señor, un único magistrado, una única conciencia. ¿A quién se le ocurriría pensar que el caso lo decidiría un cuerpo deliberante? 
Me pregunto esto y sobre el pucho, me respondo, pero claro que se podría pensar, debería haberlo hecho, está implícito y hasta es lógico, ¿cómo un ser supremo no se daría cuenta de lo imperfecta que es una autoridad única?, de lo rico que puede ser el debate, de que no existe justicia en la unicidad.
Pero claro, sigo reflexionando, fuimos creados a su imagen, y Él es el supremo creador, no sería así si no confiara en su obra y compartiera su poder, quienes mejor que nosotros y él para enjuiciar. 

Me exalta esta verdad, debí inferirla al menos, debí haberla previsto, en las lecturas sagradas, si allí casi está escrita, pero ahora debo tranquilizarme, debo dar alegato, ahora se ante quien, de eso no hay duda, mas ahora lo pienso y me invade nuevamente la duda, otro dilema, tendré que dar cuentas, ya lo sé, pero…¿sobre qué?

miércoles, 4 de junio de 2014

Presentación de Paracuentos


Este sábado 7 de junio, a partir de las 17:00 hs., con la participación especial de nuestro amigo el saxofonista Pablo Raffa, presentaremos nuestro libro "Lo mejor de Paracuentos 2013". Los esperamos.


Eureka!!!

Solo, en la bañera repongaba, como si no hubiese tema en la vía lechera que lo distrajera del asunto.
Jugueteaba con las pomponas de soba perfumada, deleitándose con las pequeñas embuchaciones pos mortem de tales configuraciones acuíferas.
Más todo lo bueno es corto, y aquel caldo primigenio que hirviole  desde los juanetes, había tornado ahora en una sopa inerte, fría y espesa.
Decidido a emerger por completo, tomo carrera y de una vez por todas quedo como el idolino di Pesaro frente al espejo.

-Eureka!!!, gritole, Eureka, retumbose otra vez su voz, y al verse solo, en bolas y a los gritos, una corriente de bochorno lo recorrió por completo, llevándose consigo la tal idea magistral que lo hubiera o hubiese sacado del anonimato.

domingo, 25 de mayo de 2014

El critico

Encaro tan decidido el comedor, que el mozo que lo recibió no pudo sugerir ubicación como a cualquiera, se debió contentar con acompañarlo hasta la mesa. Se sentó, y miro todo a su alrededor, hizo foco en la tabla  y reparo en cada detalle, mantel, servilletas, disposición de los cubiertos. La expresión de su rostro, era la misma que la de alguien que olfateaba estiércol.
El joven se presentó con el menú en mano y una amplia sonrisa, que pronto se borró al ver a los ojos al mal llevado cliente. En cuanto estuvo pronto para retirarse, recibió la primer orden, que fue emitida sin siquiera consultar existencia, como si fuera imposible la ausencia. – Cabernet Sabignon, del 90.
Minutos después, sorbió sonoramente el vino contenido en esa cristalina copa y lo aprobó a regañadientes con un gesto de desdén. Pidió una entrada ligera, y un plato principal cuya elaboración convoco al más experto chef de la cocina.
Una vez servida la mesa, empezó a comer como sin ganas, separando y revisando cada ingrediente, saboreando y anotando cada impresión. Su actitud ya había llamado la atención de todo el personal, no podían encontrarse frente a otro que no fuera un crítico gourmet. Con la intención de recibir una buena recomendación, cada uno se esforzó por complacer aquel curioso comensal, fantaseando con la tapa de alguna revista del ramo.
Fue el postre la piedra de la discordia, arruino con un caramelo apenas quemado, lo que hasta ahora había sido una seguidilla de éxitos culinarios de nivel superlativo. Se levantó, enojado, tirando la servilleta sobre la mesa, puso manos en los bolsillos y se retiró del recinto sin cambiar palabra con nadie, a paso sereno y levantando la barbilla a un punto casi inalcanzable.
Mientras el ofendido caminaba hacia su casa, en el negocio nadie hablaba sobre lo sucedido, las miradas coincidían en la responsabilidad absoluta de aquel amargo flan. El incidente trato de olvidarse rápidamente, rezando porque pase inadvertido en la crónica de aquel desconocido.

El, ya en la comodidad de su sillón predilecto, bebía un café cargado, tratando de pensar cual sería el lugar en el que almorzaría, sabia de buena fuente que el bodegón sobre Cerrito, tenía una salsa roja de acidez imperdonable.

miércoles, 21 de mayo de 2014

La empresa

Buscaba empleo como tantos otros, si bien no era ambicioso, ponía especial énfasis en aquellas ofertas en las que el esfuerzo quedara marginado de los requerimientos, no por vagancia, ni por flaqueza, sino porque había de algún modo adquirido un cansancio crónico.
Ese aviso en particular, llamo de inmediato mi atención, no porque me pareciera una oportunidad interesante, sino que lo llamativo era justamente lo engañoso de su redacción, a tal punto que me era imposible determinar cuál era el puesto a cubrir.
Ese día me levante muy temprano y me prepare como para asistir a una entrevista, ni muy formal, ni de entre casa, nada sobresaliente, pero si con ropa de poco uso. Tome el transporte público y llegue a la capital del país, con tiempo suficiente para disfrutar un café  en la esquina del lugar de la cita.
A las ocho en punto me presente y fui recibido por una amble señorita que se auto título “Assistant Chief Executive”. Luego de una breve espera, me condujo hasta una gran oficina donde quien oficiaría de anfitrión era un joven de poco más de una veintena, quien dijo ser “Head of human resources analyst”. Debo reconocer que su manejo de la verba era impecable, ya que en la media hora larga que duro el encuentro me deleito con el más variado léxico posible, eso sí, sin aclararme en ningún momento a que se dedicaba la empresa que representaba, ni que requisitos debía cumplir el candidato a ocupar la vacante que se ofrecía.
Pocos momentos después, tomábamos el ascensor y nos dirigíamos al piso 12, allí en un estar con varios cómodos sillones, había otros 10 candidatos como yo, todos muy concentrados en completar formularios. Tome mi lugar y revise la papelería, dándome pronto a seguir el proceder de los demás, en estas situaciones uno tiende a imitar a la mayoría, dejando para otra ocasión los destellos de individualidad.
Había, pasado una hora más, cuando se hizo presente otro sujeto, totalmente clavo, quien dijo ser “Senior Assistant Head of management”, de evidentes habilidades discursivas también, nos brindó una charla de unos cuarenta minutos, arengándonos a sentirnos dichosos si al final de la jornada se decidía nuestra incorporación. Otra vez se me exceptuó de conocer tanto fines de la organización como requisitos para la selección.
Bajamos ahora al piso 8, contaduría, y allí esperamos otra vez, unos veinte minutos más, cuando hizo su aparición el “Master Chief accountants”, si bien este personaje parecía más bien callado, sus palabras eran justas y directas, sin altisonancias. En poco tiempo, nos explicó que se nos entregaría un sobre, en el que se daría cuenta de la propuesta.
Demás está decir que mis expectativas como las del grupo habían llegado al máximo, que ya habíamos perdido la compostura y habíamos olvidado el espíritu de competencia propio de la situación.
-¡Excelente!, -Justo lo que buscaba. -¡Que oportunidad! Eran algunos de los comentarios que oí.
Dentro del sobre de color madera, en un papel de fina calidad, se encontraban  estas líneas:

Usted ha sido seleccionado para formar parte de nuestra excelentísima  empresa, company for corporate quality improvement, luego de un exhaustivo  examen preliminar, podemos determinar que sus capacidades son las necesarias para ocupar el cargo de “junior's section chief”. Este cargo requiere de una capacitación inicial a cargo del futuro jefe, por lo que deberá depositar en nuestra cuenta la suma de $ 5000 (pesos cinco mil) los que serán reembolsados una vez que empiece a desempeñarse en su futura oficina en concepto de acciones de la que a partir de ahora será “su” compañía. Bienvenido y a trabajar.
Luis coruptelli – Head communications analyst





miércoles, 30 de abril de 2014

El pacto de sangre (Basado en una historia real)

Tomados de la mano salieron a las 23:50 de ese hotel alojamiento ubicado en Palermo. La luz de los faroles callejeros iluminaban sus rostros, el de ella delataban el llanto derramado en una íntima pelea, un momento antes.
La calle, humedecida por el fino rocío, reflejaba sus figuras, el silencio se señoreaba en el lugar.
Desde las sombras surgió la silueta de un hombre, quien se abalanzo sobre la pareja, tomo pequeña cartera a la que ella se aferraba y trato de huir.
El, le cortó la salida, forcejearon, y tres disparos hicieron eco en la fría noche.
La mujer se desplomo sobre la acera, exhalando en profundos estertores los últimos instantes de vida.
Pronto, la escena se convirtió en un pandemónium, policía, ambulancias, transeúntes curiosos y hasta los medios de prensa habían llegado.
El ladrón, había sido apresado y desde el interior del móvil policial gritaba desgarradoramente, entre sollozos su inocencia.
Más tarde, en las oscuras oficinas del destacamento policial, aquel hombre se quebraba ante el indagatorio. Confeso que todo se trataba de un pacto que había sostenido con la mujer, días atrás.
Se habían reunido en un barcito de las cinco esquinas en San Martin, allí  ella lo contrato para simular el atraco frente a su amante, un alto funcionario, quien le había regalado una costosa joya que tontamente había perdido, blanqueando de esa forma la ausencia de la alhaja.
Había recibido doscientos dólares como adelanto, y recibiría dentro de la cartera mil ochocientos más. Todos en la oficina, dirigieron la mirada al accesorio de dama que yacía sobre el escritorio, bastaba revisarla para darle sustento a la increíble historia.

Uno de los agentes vacío el contenido de bolso a la vista de todos y separo uno a uno diferentes objetos, entonces cuando la inverosímil coartada parecía quebrarse, de uno de los pequeños bolsillos extrajo un fajo de billetes, exactamente mil ochocientos dólares.
Todavía desconcertado, el investigador inquirió: -¿Por dos mil dólares estabas dispuesto a matar a estas dos personas?
-Yo no iba a matar a nadie, dijo el reo, -el arma que llevaba solo era para amedrentar, ni siquiera funcionaba, era un antiguo revolver doberman de que pertenecía a mi padre.
Pronto, aparecería en escena el perito, confirmando la inutilidad del armamento. Todos en aquella sala estaban desencajados, con más dudas que certezas, pero en sus mentes rondaba la misma pregunta, si el aprendido no había disparado, ¿Quién lo había hecho?

A poca distancia del lugar el funcionario abordaba un vuelo privado, que en pocos minutos lo sacaría furtivamente del país.

Interacciones humanas

♫Piripi, piripi, pi, pi, piiii. Piripi, piripi, pi, pi, piiii. Piripi, piripi, pi, pi, piiii…♫
-Tuuu, tuuu.
-Hola. ¿Hola?
-Usted se ha comunicado con el servicio de atención a clientes de PARAMED, una empresa que escucha a sus clientes, espere un momento por favor.
♫Piripi, piripi, pi, pi, piiii. Piripi, piripi, pi, pi, piiii. Piripi, piripi, pi, pi, piiii…♫
-Tuuu, tuuu.
-Hola. ¿Hola?
-Para su mejor atención, le pedimos que deletree su nombre, después del tono. Tuuu.
- M, A, R, I, O.
-Su nombre es “A, R, O”, si es correcto, presione 1, sino presione 2.
2.
- Deletree su nombre, después del tono. Tuuu.
- M, A, R, I, O.
-Su nombre es “D, A, R, I, O”, si es correcto, presione 1, sino presione 2.
- ¡Ma si! 1.

-Hola DARIO! El motivo de su consulta se relaciona con, información general, presione 1; pedidos, presione 2; consultas, presione 3;  urgencias, presione 4.
4.
- Disculpe, no pudimos procesar su solicitud, reintente.
-Hola DARIO! El motivo de su consulta se relaciona con, información general, presione 1; pedidos, presione 2; consultas, presione 3;  urgencias, presione 4.
4.
- Disculpe, no pudimos procesar su solicitud,  en minutos será atendido por un representante.
♫Piripi, piripi, pi, pi, piiii. Piripi, piripi, pi, pi, piiii. Piripi, piripi, pi, pi, piiii…♫
-Buenos días, PEDRO, en que puedo servirlo.
- Necesito urgente…Tuuuuuuuu
-Gracias por comunicarse con nosotros.  PARAMED, una empresa que escucha a sus clientes.




viernes, 25 de abril de 2014

Obras payasescas

¡P
ayaso!, así me han llamado innumerables veces, ignorantes. ¿Qué saben de ellos de arte? Si solo sospecharan de mis dotes, no tendrían la desfachatez, de rebajrme a un simple bufón.
No solo he nacido como un virtuoso, también he pasado jornadas de duro trabajo perfeccionando mi técnica, dibujando sonrisas imperecederas en las caras de esos caprichosos mocosos.
¡Descarados!, antes de sugerirme como un personaje grotesco, tendrían que ver mi reflejo en eso grandes ojos, con sus pupilas totalmente dilatadas, sorprendidos, exaltados por mi sarcasmo que confunden con cruel humorada.

No importa, algún día comprenderán. Algún día sabrán la valía de este, su guasón. Mientras tanto seguiré mi camino, de éxitos furtivos.
No temáis, pequeñas criaturas, no tengo odio para con ustedes, son el lienzo de mi obra, la piedra de mi escultura, el material primario de mis sombrías creaciones.

Pronto, terminare de interpretar, como un juglar que soy, la parte culmine de mi espectáculo. He dejado las primeras palabras del texto principal, como migas de pan diseminadas, en cada una de las desmembradas partes de esos exánimes cuerpecitos.

viernes, 18 de abril de 2014

El hombre de la mala suerte

Pero vosotros los que dejáis a Jehová, que olvidáis mi santo monte, que ponéis mesa para la Fortuna, y suministráis libaciones para el Destino; Isaías 65:11

Ernesto Pérez, lo habían bautizado, luego de que naciera ese martes 13 hace ya cuarenta y tres años. Ese mismo día habían empezado sus desavenencias, ya que su madre esperaba una niña, y tuvo que salir de la habitación 313, vestido con finos encajes rosa.
Si alguien se tomara el trabajo de analizar seriamente el asunto, diría que entre las posibilidades de que las cosas salgan bien o mal, para una persona, había una cuestión probabilística, tal cual ocurre con una moneda al aire, por lo que había idénticas posibilidades para la fortuna que para la desventura, claro que esto no excluye la posibilidad de que la moneda en una serie muy larga de intentos salga siempre cruz. Este era entonces su caso, todas cruces, meado por un elefante africano, después de todo, a alguien le debería tocar y le toco a él.
Y aunque esto, por si solo hubiese sido motivo de referencia, lo curioso no estaba en su condición de mala suerte crónica, sino que lo sobresaliente del asunto era como había aprendido a convivir con la situación al punto de poder vivir con una relativa comodidad en la incomodidad más absoluta.
Ilustremos con algún ejemplo la vida del infame, él sabía que cuando iniciara el día e intentara bañarse, en el momento que más inoportuno, el agua se acabaría, por lo que su aseo era el mínimo posible evitando duchas y baños de inmersión.
En cuanto a su ropa, cambiaba su camisa antes y después de desayunar, porque sabía que indefectiblemente se mancharía con café, té, manteca y mermelada, no necesariamente en ese orden, por lo que si quería vestir de azul, esa seguro seria su segunda opción.
Al salir de su casa, llevaba dos paraguas, ya que aunque el día empezara soleado, seguramente lo atraparía un chubasco y para cuando recurriera a la primer sombrilla, esta estaría rota o se rompería la abrirla.
Siempre tenía al menos dos trabajos y tarde a tarde enviaba más solicitudes, ya que estaba seguro que pronto lo despedirían, no de uno, sino de ambos.
Como se dijo, a pesar de todo esto, él era feliz, a su manera, pero si, era dichoso en su desdicha.
Todo iba mal, lo que en su caso era bueno, y ni el pronosticador más nefasto hubiera vaticinado el suceso más funesto de su vida, aquel día dichoso en que cayó de cara al pasto, luego de pisar una cascara de banana y encontró ese maldito trébol de cuatro hojas. 

miércoles, 16 de abril de 2014

La estrella

H
abía algo que no podían darle, algo que nadie podía regalarle, algo que solo se puede enseñar a conseguir, lo importante de construir algo más grande que uno mismo.
Fue, allí entre el piso de parquet y el techo alto de chapas, donde encontró a otras tantas como ella, parecidas pero diferentes, todas partes de lo que sin saber, con cada entrenamiento, pronto convertirían en un equipo.

Con su sudor, regó de aro a aro ese rectángulo, aprendiendo a correr, a tirar, a saltar cada vez más alto, cada vez con más fuerza y estilo, pero sobre todo, aprendiendo a confiar en sus compañeras, a comprometerse, a caer y a volverse a levantar.
Cada domingo, a pesar del cansancio, del frió, del calor, de la distancia, vestida con  sus ropas rojas y azules, y demostró el significado del sacrificio.

Pronto descubrirá, en sus partidos, que a pesar del resultado, el triunfo más grande es el que vive, cada vez que con el cinco en la espalda recorre junto a otros las canchas de la vida. 

sábado, 12 de abril de 2014

Corre


A
brió la liviana puerta de madera, que rechino cortando el pesado silencio de aquel viejo bar.
Puso sobre la mesa una carpeta con cierre de hilo, y sobre ella su hermoso sombrero de ala corta. El sobretodo fue a parar al respaldo de la antigua silla, parte de un mobiliario exquisito, de madera clara, finamente labrados.
Pidió un café y el diario. Cavilaba en pensamientos profundos, cuando el mozo, acerco el pedido. Las delicadeces de aquel servicio lo cautivaban como cliente hacía más de una década, cuando era solo un joven estudiante y se reunía con amigos en largas tertulias intentando cambiar el mundo. El pocillo de asas que emulaban pequeñas hojas, el platito con incrustaciones de nácar, los alfajorcitos de chocolate, el jugo de naranjas recién exprimidas, el vasito con agua cristalina como de deshielo.
Por la ventana empañada podía ver el frio castigando a los transeúntes desprevenidos que habían salido sin tomar las prevenciones para afrontar el cambio de clima.
Sorbió la aromática infusión y apresuradamente, siguiendo un impulso irresistible anoto en la servilleta una palabra, como si fuera la semilla de una idea que no podía darse el lujo de perder, como si con ella se le fuera la vida.
El chirrido precedió la entrada de otro cliente, uno de mirada torva, que el conocía bien, por más que intentara disfrazarse de hombre, la maldad le salía por los poros como un olor pestilente, inundando todo el recinto.
Cruzaron, miradas, antes de que aquel cruel emisario tomara su lugar al otro lado de la sala.
El apuro el vaso, tomo sus cosas y partió sin mirar atrás, olvidando aquel pequeño papel, en la que claramente podía leerse "corre".

viernes, 11 de abril de 2014

Conversa de locos

E
ra conocido por todo el barrio como predispuesto para el dialogo y saludador como ninguno. Llevaba años cumpliendo con el mismo ritual vespertino, se sentaba en aquel banco de troncos que había mandado a construir en su vereda y desde allí saludaba a todos los vecinos que tenían su casa como paso obligado al almacén del pueblo.
Ese día se sentía más conversador que de costumbre, tenía ganas de contar o quizás escuchar alguna buena historia. Por lo que se dispuso a encontrar algún buen interlocutor.
El primero en pasar fue Don Gómez, -Eh!!! Don Gómez, ¿cómo dice que le va? Inquirió. –Bien, bien, respondió sin siquiera pararse como de costumbre, ¿habría dejado la leche en el fuego?, se preguntó.
Con Don Pérez, puso en marcha una estrategia más audaz, seguramente él le seguiría el juego, cómo siempre que emprendía una conversación sobre su equipo de futbol. -¿Qué me dice Pérez de ese arquero nuestro?, le andan diciendo Clemente. El viejo vecino, levanto la vista y sin menguar el paso contesto solo con una pequeña sonrisa de lado, siguiendo su camino, como si se le pegaran los fideos.
No entendía porque todo mundo estaba tan apurado, después de todo, empezaba el fin de semana y había tiempo de sobra para cualquier cosa.
Se sentía un poco molesto, por qué no decirlo, nunca había encontrado tanta reticencia a una charla. Sin embargo no claudicaría tan fácilmente. Don Alberto, el esposo de Doña Sofía, aprovechaba cada vez que se hallaba sin su mujer, para decir todo cuanto podía, ya que su señora era bien conocida por la agilidad de su lengua. – ¿Don Alberto, se viene la fresca?, Un “Así parece” al trote, lo dejo con el ánimo por el piso. ¿Qué le andaba pasando a la gente? ¿O acaso seria el, que tenía algo malo? ¿Había olvidado perfumarse con su colonia de pino? Enmarañado en estos pensamientos, escucho el saludo de Don Eustaquio.- Amigo, tanto tiempo sin verlo…

Se levantó de su asiento, resoplando,  se acomodó la faja,  y contesto: -Que quiere, yo ya no ando con tiempo que perder y menos en corrillos de esquina. Se tomó la visera de la gorra como saludando y con media vuelta se metió presuroso en su casa.

lunes, 7 de abril de 2014

El presentador

T
ristemente, si hubiera alguien que se dedicara a describirlo, lo haría haciendo referencia a su mal humor, diría pues que el tipo era un mal llevado de temer.
Su ocupación principal era la queja permanente, en toda circunstancia y hacia todo el mundo. No había cosa que lo contente, y se las tomaba con cualquiera que pudiera recibir sus quejas sin devolver el guante.

A la mañana, solía escuchar la radio, puntualmente a las 8:00, ya que el resumen de noticias le daba argumento para despacharse contra el locutor, eso sí, si algo no podía endilgársele era un vocabulario restringido, ya que para la crítica dominaba los más variados epítetos en combinaciones casi antológicas.
Para el almuerzo, la cosa  se volvía mas escatológica, ya que veía el noticiero del mediodía mientras comía, y tener la boca repleta, no le impedía cumplir su cometido, por lo que era más la comida desperdigada a escupitajos en la pantalla que la que realmente digería.
Descansaba hasta el turno vespertino, donde su actuación se volvía magistral, se disponía cómodamente desparramado en el sillón del estar, de frente a la pantalla más grande, y esperaba al presentador del noticiero central, ese era el blanco de todos sus esfuerzos, podría decirse que era el exponente culmine de su barbarie. Con el no escatimaba en vocablos de la lengua castellana, del inglés que apenas dominaba o de alguna otra legua ininteligible que había compuesto para denostarlo.
Ese día, ante la primer noticia de suba de precios, se acomodó en el asiento, poniendo los puños a los lados y rempujando para tomar posición, y cuando abrió la boca para empezar a proferir los más variados insultos, ensayados frente al espejo incluso, su mandíbula casi dislocada parecía querer caérsele hasta el piso. El presentador de serio semblante, se paró tras su escritorio, lo rodeo y se puso a un palmo de la cámara, lo miro fijamente, clavándole la mirada profunda, frunciendo el ceño, le dijo: -Basta, si no le gusta cómo van las cosas, pues cámbielas, no nos siga dando culpas, sobre lo que UD. No hace, por pereza o quizás por cobardía, levántese de ese jodido sillón y vaya a hacer lo que tiene que hacer.

Pálido, desencajado, tomo el control remoto, apago el aparato y se dirigió a su estudio para empezar a planear una vida mejor.