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ra conocido
por todo el barrio como predispuesto para el dialogo y saludador como ninguno.
Llevaba años cumpliendo con el mismo ritual vespertino, se sentaba en aquel
banco de troncos que había mandado a construir en su vereda y desde allí saludaba
a todos los vecinos que tenían su casa como paso obligado al almacén del
pueblo.
Ese día se sentía
más conversador que de costumbre, tenía ganas de contar o quizás escuchar
alguna buena historia. Por lo que se dispuso a encontrar algún buen
interlocutor.
El primero
en pasar fue Don Gómez, -Eh!!! Don Gómez, ¿cómo dice que le va? Inquirió. –Bien,
bien, respondió sin siquiera pararse como de costumbre, ¿habría dejado la leche
en el fuego?, se preguntó.
Con Don Pérez,
puso en marcha una estrategia más audaz, seguramente él le seguiría el juego, cómo
siempre que emprendía una conversación sobre su equipo de futbol. -¿Qué me dice
Pérez de ese arquero nuestro?, le andan diciendo Clemente. El viejo vecino,
levanto la vista y sin menguar el paso contesto solo con una pequeña sonrisa de
lado, siguiendo su camino, como si se le pegaran los fideos.
No entendía porque
todo mundo estaba tan apurado, después de todo, empezaba el fin de semana y había
tiempo de sobra para cualquier cosa.
Se sentía un
poco molesto, por qué no decirlo, nunca había encontrado tanta reticencia a una
charla. Sin embargo no claudicaría tan fácilmente. Don Alberto, el esposo de
Doña Sofía, aprovechaba cada vez que se hallaba sin su mujer, para decir todo cuanto
podía, ya que su señora era bien conocida por la agilidad de su lengua. – ¿Don Alberto,
se viene la fresca?, Un “Así parece” al trote, lo dejo con el ánimo por el
piso. ¿Qué le andaba pasando a la gente? ¿O acaso seria el, que tenía algo malo?
¿Había olvidado perfumarse con su colonia de pino? Enmarañado en estos
pensamientos, escucho el saludo de Don Eustaquio.- Amigo, tanto tiempo sin
verlo…
Se levantó
de su asiento, resoplando, se acomodó la
faja, y contesto: -Que quiere, yo ya no
ando con tiempo que perder y menos en corrillos de esquina. Se tomó la visera
de la gorra como saludando y con media vuelta se metió presuroso en su casa.
jaja muy bueno, creo que a muchos les pasa eso en muchos sentidos.
ResponderEliminarGracias Adriana!!!
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