Se habían instalado en este
pueblito del interior con la esperanza de poder empezar una vida distinta,
lejos de la ciudad y su cultura acelerada.
Quizás otro negocio habría
prosperado, pero él había elegido una pequeña librería, un lugar de ensueño, cálido,
para quienes gustan de recorrer pisos de madera por el olor y el crujir de
tablas bajo los pies, donde cada libro se acuna en un sitio perfectamente
propio.
Claro, el público para estos
lugares no se amontonaba en la vereda, pero alcanzaba como para subsistir. Él
estaba feliz, no tenían grandes lujos, pero disfrutaba de poder estar donde
quería, haciendo lo que amaba.
Una mañana como cualquier
otra, entro al local un forastero con toda la apariencia de un vendedor de
editorial. Se presentó con una sonrisa apacible en el rostro, sin apuro, como
disfrutando del momento, y saco de su portafolios cuatro ejemplares de una
cobertura color verde viejo, con un símbolo extraño en el centro. Los apoyo
sobre el mostrador y dijo – Estos ejemplares son especiales, pertenecen a una
impresión única de cinco ejemplares en total, cada uno de ellos guarda un
capitulo y todas sus demás páginas en blanco. Ese capítulo es único en cada
ejemplar. Hace tiempo busco el quinto libro, dedique mucho tiempo y esfuerzo,
pero todo ha sido en vano. Creo que es tiempo de desprenderme de ellos, y dejar
la búsqueda en otras manos.
Mientras el librero ojeaba
las páginas escritas en finas letras de uno de los libros, Aquel extraño salía
por la puerta con la misma sonrisa con la que había entrado, se lo podía ver en
fuera del comercio, en la vereda, respirando como liberado, miro hacia adelante
y partió.
El hubiese querido preguntar
más, incluso quizás reusarse a aquella imposición, pero sin darse cuenta, ya lo
había atrapado ese texto tan curioso que había empezado a leer: “Esta es la
historia de los tiempos…” seguían caracteres incomprensibles, líneas más abajo:
“solo podrá comprenderla quien…”
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