Presentación:

« Las palabras con las que nombramos lo que somos, lo que hacemos, lo que pensamos, lo que percibimos o lo que sentimos son más que simplemente palabras. Y por eso las luchas por las palabras, por el significado y por el control de las palabras, por la imposición de ciertas palabras y por el silenciamiento o la desactivación de otras, son luchas en los que se juega algo más que simplemente palabras..»

Jorge Larrosa

lunes, 7 de abril de 2014

El presentador

T
ristemente, si hubiera alguien que se dedicara a describirlo, lo haría haciendo referencia a su mal humor, diría pues que el tipo era un mal llevado de temer.
Su ocupación principal era la queja permanente, en toda circunstancia y hacia todo el mundo. No había cosa que lo contente, y se las tomaba con cualquiera que pudiera recibir sus quejas sin devolver el guante.

A la mañana, solía escuchar la radio, puntualmente a las 8:00, ya que el resumen de noticias le daba argumento para despacharse contra el locutor, eso sí, si algo no podía endilgársele era un vocabulario restringido, ya que para la crítica dominaba los más variados epítetos en combinaciones casi antológicas.
Para el almuerzo, la cosa  se volvía mas escatológica, ya que veía el noticiero del mediodía mientras comía, y tener la boca repleta, no le impedía cumplir su cometido, por lo que era más la comida desperdigada a escupitajos en la pantalla que la que realmente digería.
Descansaba hasta el turno vespertino, donde su actuación se volvía magistral, se disponía cómodamente desparramado en el sillón del estar, de frente a la pantalla más grande, y esperaba al presentador del noticiero central, ese era el blanco de todos sus esfuerzos, podría decirse que era el exponente culmine de su barbarie. Con el no escatimaba en vocablos de la lengua castellana, del inglés que apenas dominaba o de alguna otra legua ininteligible que había compuesto para denostarlo.
Ese día, ante la primer noticia de suba de precios, se acomodó en el asiento, poniendo los puños a los lados y rempujando para tomar posición, y cuando abrió la boca para empezar a proferir los más variados insultos, ensayados frente al espejo incluso, su mandíbula casi dislocada parecía querer caérsele hasta el piso. El presentador de serio semblante, se paró tras su escritorio, lo rodeo y se puso a un palmo de la cámara, lo miro fijamente, clavándole la mirada profunda, frunciendo el ceño, le dijo: -Basta, si no le gusta cómo van las cosas, pues cámbielas, no nos siga dando culpas, sobre lo que UD. No hace, por pereza o quizás por cobardía, levántese de ese jodido sillón y vaya a hacer lo que tiene que hacer.

Pálido, desencajado, tomo el control remoto, apago el aparato y se dirigió a su estudio para empezar a planear una vida mejor.

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