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ristemente,
si hubiera alguien que se dedicara a describirlo, lo haría haciendo referencia
a su mal humor, diría pues que el tipo era un mal llevado de temer.
Su ocupación
principal era la queja permanente, en toda circunstancia y hacia todo el mundo.
No había cosa que lo contente, y se las tomaba con cualquiera que pudiera
recibir sus quejas sin devolver el guante.
A la mañana,
solía escuchar la radio, puntualmente a las 8:00, ya que el resumen de noticias
le daba argumento para despacharse contra el locutor, eso sí, si algo no podía
endilgársele era un vocabulario restringido, ya que para la crítica dominaba
los más variados epítetos en combinaciones casi antológicas.
Para el
almuerzo, la cosa se volvía mas
escatológica, ya que veía el noticiero del mediodía mientras comía, y tener la
boca repleta, no le impedía cumplir su cometido, por lo que era más la comida
desperdigada a escupitajos en la pantalla que la que realmente digería.
Descansaba
hasta el turno vespertino, donde su actuación se volvía magistral, se disponía
cómodamente desparramado en el sillón del estar, de frente a la pantalla más
grande, y esperaba al presentador del noticiero central, ese era el blanco de
todos sus esfuerzos, podría decirse que era el exponente culmine de su
barbarie. Con el no escatimaba en vocablos de la lengua castellana, del inglés
que apenas dominaba o de alguna otra legua ininteligible que había compuesto
para denostarlo.
Ese día,
ante la primer noticia de suba de precios, se acomodó en el asiento, poniendo
los puños a los lados y rempujando para tomar posición, y cuando abrió la boca
para empezar a proferir los más variados insultos, ensayados frente al espejo
incluso, su mandíbula casi dislocada parecía querer caérsele hasta el piso. El
presentador de serio semblante, se paró tras su escritorio, lo rodeo y se puso
a un palmo de la cámara, lo miro fijamente, clavándole la mirada profunda,
frunciendo el ceño, le dijo: -Basta, si no le gusta cómo van las cosas, pues cámbielas,
no nos siga dando culpas, sobre lo que UD. No hace, por pereza o quizás por
cobardía, levántese de ese jodido sillón y vaya a hacer lo que tiene que hacer.
Pálido,
desencajado, tomo el control remoto, apago el aparato y se dirigió a su estudio
para empezar a planear una vida mejor.
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