Presentación:

« Las palabras con las que nombramos lo que somos, lo que hacemos, lo que pensamos, lo que percibimos o lo que sentimos son más que simplemente palabras. Y por eso las luchas por las palabras, por el significado y por el control de las palabras, por la imposición de ciertas palabras y por el silenciamiento o la desactivación de otras, son luchas en los que se juega algo más que simplemente palabras..»

Jorge Larrosa

lunes, 11 de agosto de 2014

La hora vigesimoquinta

E
l despertador chirriaba intermitentemente, los grandes números rojos que anunciaban las 5:00 a.m. iluminaban tenuemente la habitación.
En silencio, para no molestar el sueño de los demás integrantes de la familia, se levantaba y mientras sintonizaba la estación  de radio acostumbrada, preparaba su ropa y se dirigía a tomar un baño.
En la soledad más profunda y fría de aquel momento en que la noche da paso al alba, sorbía su café, repasando mentalmente su agenda.
Tomaba ese tren, ya atestado de cuerpos, con miradas vacías, sumergidos cada uno en sus propios pesares.
Minuto  a minuto, la aguja le marcaba los pulsos de su monotonía, él solo se dejaba llevar, llevar a ningún lado, por esa vida aburrida y sin sentido. No se reprochaba nada, ni siquiera incluso, la autoría de su estado.
Volvía a su hogar tarde a la noche, cuando ya nadie lo esperaba, comía solo, también en silencio, faltaba poco, unos minutos más.
Así ocurría, que cuando el día terminaba para el resto de la humanidad, el ajustaba el reloj, volvía las manecillas atrás, solo una hora, su hora, una hora para ser.

En esos sesenta minutos se daba tiempo para escuchar alguna vieja canción, soñar, anhelar y hasta reír. Era su tiempo, el que robaba noche a noche a un destino sin color. Se permitía una lágrima, al final, antes de volver, una lagrima que se secaba en sonrisa, pronto todo volvería a empezar.

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