Presentación:

« Las palabras con las que nombramos lo que somos, lo que hacemos, lo que pensamos, lo que percibimos o lo que sentimos son más que simplemente palabras. Y por eso las luchas por las palabras, por el significado y por el control de las palabras, por la imposición de ciertas palabras y por el silenciamiento o la desactivación de otras, son luchas en los que se juega algo más que simplemente palabras..»

Jorge Larrosa

miércoles, 26 de noviembre de 2014

Sin destino

A
penas pude tomar un café medio frio, a las apuradas, poniéndome al mismo tiempo la ropa y tomando los últimos elementos del aparador, billetera, reloj, anillos, lapicera, llaves.
Salí a paso vivo por la humedad de un rocío que caía ahora sobre los pastos cortos de las aceras perfectamente mantenidas por los mañosos de mis vecinos.
Al doblar la esquina, lo vi claramente, despidiendo ese humo negro de gas oíl, y haciendo ese sonido que semejaba a la respiración de un moribundo animal jurásico. El 52, color verde y blanco estaba estacionado en su parada.
Llegue al trote, agitado por la falta de costumbre en ejercitación aeróbica, como quien dice casi escupiendo los pulmones.
Recorrí el coche desde atrás hacia adelante, y por las ventanillas podía ver que el pasaje estaba casi completo. Se veía gente sentada, abrazada a sus bolsos, escuchando música algunos, leyendo otros, unos pocos durmiendo. Había gente parada, ya dispuesta a emprender el viaje.

Subí por la puerta delantera y el chofer, estaba sentado en su puesto, mirando fijamente hacia adelante, moviendo el volante de un lado al otro, como si esquivara obstáculos a gran velocidad, al principio pensé que estaba haciendo algún tipo de prueba, pero al punto pude comprobar que lo hacía de puro loco nomas.
Recorrí el pasillo y encontré un asiento desocupado frente a la puerta de descenso, me arrebuje allí como quien no quiere ser  molestado, cubriendo mi cara lo máximo posible con las solapas de la campera.
Así como quien no quiere la cosa, empecé a ver de reojo gente que se levantaba y bajaba del colectivo, era lógico, me dije, al fin y al cabo nos habíamos movido ni un tranco de pollo, y parecía no tener en lo mediato apuro alguno.
Hasta acá, podía decirse que todo era más o menos normal, fue entonces cuando me di cuenta que algo estaba fuera de lugar, un pasajero que había subido con migo, estuvo un rato parado y luego toco el timbre para que le abrieran la puerta, acto seguido se bajó.
Me dirigí hacia el chofer, que seguía el muy abombao jugando a los chocadores, y le pregunte con tono de poca amistad, -¿Para cuando salimos jefe? Me miro de soslayo y casi sin ganas me contesto,-¿Usted no vio el cartelito de destino, mi amigo? indicándome con la mirada la dirección señalada.

Baje la escalerilla y mire desde afuera, comprobando que el cartel, no decía nada, estaba completamente  apagado, no tenía ninguna inscripción, ni destino. Asomándome por la puerta, le chiste, -Ey! ¡Oiga! Ese cartel no dice nada, no tiene destino…-Justamente, es por eso que no vamos a ninguna parte, ¿va a subir? No se lo tome a mal, pero ando un poco fuera de horario…

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