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automóvil se había descompuesto el día anterior, justo cuando más lo
necesitaba, ¿Qué podía esperarse de ese trasto viejo? Necesitaba ahora salir
con demasiada antelación para llegar a su nuevo trabajo, allí no toleraban las
impuntualidades.
Salió de su
casa cuando todavía la oscuridad de la noche se señoreaba por las calles,
apenas algún ruido de motores lejanos rompían el impenetrable silencio.
Camino
por la humedad del asfalto, y llego a la vieja estación de trenes.
La
ventanilla de la boletería aún estaba cerrada, pero funcionaba cerca un puesto
de autoservicio, donde se muño del boleto de ida.
Desde
el hueco de las escaleras, subía un vaho pesado, había una luz muy tenue generada
por un foco que se prendía y apagaba.
Bajo
cada peldaño, recordando esa vieja lesión en la rodilla, y cuando hubo llegado
al nivel del túnel lo recorrió en busca de las escaleras que lo devolvieran a
la superficie, extrañamente, solo encontró más escalones descendentes.
Volvió
a bajar, movido ahora por la curiosidad, a paso más vivo, llegando a otro túnel
esta vez mucho más oscuro y de aire más pesado si eso fuera ya posible. Era menester
encontrar la escalinata hacia el andén, pero su exaltación y curiosidad
llegaron a un máximo cuando lo que encontró fue otra escalera descendente.
Dudo
entre seguir adelante o desandar sus pasos, quizás podía todavía hacerse de un
lugar en el colectivo. Dio vuelta y camino unos metros, cuando comprobó que
ahora el pasillo que había recorrido antes no tenía ahora ninguna escalera,
solo un interminable paso del que no se veía final.
Rápidamente entendió
que solo quedaba un camino, dio otra vez la vuelta y corrió hacia los escalones,
bajo, bajo y bajo la oscuridad ahora era espesa, apenas se divisaba un reflejo
mortecino a la distancia.
Llego
a una valla, y en ella diviso una figura, la de un guarda de estación. Se aproximó
al personaje, con la intención de que le aclare lo que estaba ocurriendo, pero
este lo recibió con una sonrisa de un blanco inmaculado, un uniforme impecablemente
reluciente y un peinado a la gomina que parecía provenir de otro tiempo. –Lo esperábamos,
le dijo extendiendo la mano como solicitando el boleto. Trato de balbucear una
pregunta, pero la mirada profunda del guarda y su gesto inquisidor, hizo que el
viajante introdujera su mano en el bolsillo, nerviosamente extrajo aquel pase donde ahora divisaba claramente
como destino la palabra “infierno”.
¡Muy bueno Leo!!!!!! voy a tratar de evitar las escaleras por algún tiempo...
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