Subió último,
aunque su lugar promediaba la larga fila, creía que debía mostrarles a los
demás que aun alguien creía en la caballerosidad. Saludo al chofer, deseándole
buen día, como de costumbre no recibió a cambio ni un gruñido, no le importaba,
creía que este acto humanizaba un poco la automática rutina. Una a una
introdujo sus monedas, y espero el boleto. Paso a paso se dirigió a esos
últimos asientos dobles, por lo común vacíos, que eran “su” lugar, desde allí
contemplaba los avatares del mismo viaje de los últimos 20 años.
El túnel terminó,
lo conectó con otro lugar, uno querido, familiar, una cocina armónicamente
decorada, donde los colores pasteles y beige se entrelazaban, una ventana
mostraba los primeros rayos de un sol brillante, apenas presente en un cielo
azul claro.
El silencio se
rompió de golpe:-Cielo, ¿más café?, frase que parecía continuar una
conversación anterior. Asintió, ella sonrió, siguió cautivado por sus ojos y
ahora podía ver esos hoyuelos a ambos lados de sus finos labios. Siguió el
desayuno, con una conversación tranquila, se sentía feliz de estar a su
lado, seguro como nunca antes, sin
desear otra cosa que quedarse con ella. Nunca había sentido esa conexión. Se acercó
y la rodeo con sus brazos, podía sentir su corazón latiendo al unísono con el
suyo.
Se sentía abrigado, contenido, feliz, completo.
Un fuerte
movimiento, entremezclo todas las imágenes y colores, cayo otra vez en el abismo
de sus ojos, otra vez el silencio, los colores en vortex, el colectivo que
frenaba en la terminal y todos los pasajeros que se empujaban para tratar de
salir unos por encima de los otros. Ella le devolvió una sonrisa y pidió
permiso para pasar.
Se perdió en la
multitud, él todavía estaba shoqueado, no entendía. Caminaba como un autómata,
pensaba, trataba de comprender. No podía haber sido solo un sueño, fue real, se
decía una y otra vez.
Atravesó el umbral
con una sonrisa en el rostro, pensando que quizás ese universo esté en su
futuro.
Fin.-
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