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irculaba
lentamente por las calles intransitadas de su barrio, buscando la confluencia
con la arteria principal, el recorrido asemejaba a un rió caudaloso que se
nutria de pequeños cursos de agua.
Debía luchar
a brazo partido contra la humedad que se condensaba en los vidrios, parecía
obstinada en velarle la mirada y dejarlo aislado en el interior de su auto
compacto.
Luego de
superar el ultimo semáforo, la fila de autos se atasco, circulaba lentamente, a
paso de hombre, el mono volumen le resultaba conocido, sobre todo por la
combinación de colores, igual a la de su empresa, quizás uno de los móviles
destinados a la visita de clientes.
Bebía su
café cuando la fila freno bruscamente, parte del liquido se derramo sobre su
corbata, que hermosos color, que pena que ya no sirva. No podía recordar porque
la había seleccionado hoy del corbatero, es más ahora que lo pensaba, no podía
recordar que había desayunado y como había salido de su casa, solo podía
retroceder hasta el momento en que conducía su auto.
La fila seguía
moviéndose de a metros, la visibilidad no había mejorado y su paciencia
empezaba a decaer. Empezó a tratar de recordar sus últimos días, solo logro
llegar a ese sitio recurrente, esa sala de terapia intensiva que lo había
recibido luego de su episodio cardiaco, había pasado allí demasiado tiempo, podía
describir con detalles aquel cuarto.
Por fin la
fila, parecía avanzar otra vez, pero el mono volumen volvió a frenar. Ya era
demasiado, no podía seguir esperando que este incauto aprendiera a manejar, en
una rápida maniobra lo supero y por el empañado cristal del acompañante logro
divisar una silueta familiar, conocida, quizás un compañero de la seccional
sur, quizás su amigo, con el que jueves a jueves jugaba o intentaba jugar al
paddle.
No logro deshacerse
de la incertidumbre sobre si conocía aquel vehiculo cuando alcanzo el
siguiente, este parecía el auto de su hermano, aquel deportivo que rugía al
tacto del acelerador, mismo color, mismo sonido, no pudo al superarlo divisar al
conductor.
Su curiosidad
iba en aumento, y ahora parecía ver el auto de su tía, ese antiguo auto
inmaculado que parecía de colección, la anciana mantenía ese color te con leche
como si recién hubiese salido de la fabrica allá por los años 70.
No daba crédito
a lo que veía, ahora era indudable que este auto que superaba era el auto
familiar, si bien no alcanzo a ver la placa esa hendidura en el guardabarros
era mas que conocida, ya que el mismo la había hecho aquel día de campo. Trato
de frenar pero atrás de el se había alineado una gran cantidad de conductores
impacientes como el y las luces parecían empujarlo hacia adelante. Pudo divisar por el vidrio empañado un rostro
femenino con actitud cabizbaja, solo eso, los rasgos centrales se difuminaban
en la humedad.
El siguiente
vehículo de esa fila lenta era particular, oscuro, sombrío, en contraste con
las coloridas flores que llevaba, la intensidad de las sensaciones crecían con
los metros que recorría, ahora parecía que su garganta se cerraba, podía sentir
el ritmo a tope de sus latidos.
Otro móvil,
el que parecía encabezar la fila, era tan sombrío como el anterior, quizás mas,
ya que no tenia contrastes, solo una larga ventana con un pequeño cartel, había
allí un nombre, trato de divisarlo, desesperadamente limpio el vidrio empañado,
reconocía la morfología de las palabras, las había escrito miles de veces, de
repelente, todo empezó a cobrar sentido, entendió lo que se negaba a entender
minutos atrás.
Nunca había
salido de aquella sala de un blanco inmaculado, lo sabia ahora que había
terminado de leer su nombre.
Fin.-
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