Presentación:

« Las palabras con las que nombramos lo que somos, lo que hacemos, lo que pensamos, lo que percibimos o lo que sentimos son más que simplemente palabras. Y por eso las luchas por las palabras, por el significado y por el control de las palabras, por la imposición de ciertas palabras y por el silenciamiento o la desactivación de otras, son luchas en los que se juega algo más que simplemente palabras..»

Jorge Larrosa

viernes, 16 de agosto de 2013

El fabuloso caso del hombre que volvió al jardín de infantes

H
abían pasado ya dos meses desde que había rendido esa última materia de la carrera de abogacía, todavía tenía fresco el aroma a las yemas de los huevos y la harina que habían formado parte del ritual de egreso.
Si bien había pasado el espíritu festivo, sus familiares y allegados esperaban ese diploma de finas letras de oro que plasmara ese título tan ansiado “Doctor”.
Se dirigía presuroso a la cuarta oficina del ala este del segundo piso del inmenso edificio de ladrillos a la vista. Subió las escaleras, camino por ese largo pasillo lustrado, paso frente al salón de conferencias y llego al departamento de alumnos.
El funcionario que lo atendió se veía tranquilo y bien dispuesto, lo saludo afectuosamente y se puso prontamente a su servicio.
-Sí, vengo a retirar mi diploma y título, estarán a nombre del Dr. Zapiola, gracias.
Aquel hombre sabía muy bien su oficio, pasaba las hojas del registro con excepcional habilidad, parecía una maquina por su sutileza y precisión.
Esa cara distendida empezó a esbozar signos de preocupación, busco una y otra vez, sus nervios le empezaron a jugar una mala pasada y sus hábiles dedos trastabillaban en las grandes hojas del libro. El sudor manaba de su frente, el nombre no aparecía, debía ser un error sin duda.
Ante este escenario el flamante abogado, comenzó a impacientarse  y su sonrisa primitiva transmutaba en una mueca algo amarga. – ¿Algún problema? , indago. -No, no, no logro encontrar el registro, deme un momento llamare a mi supervisor.
Aquel individuo se perdió tras las bambalinas que escondían el interior de la oficina, se oían corridas revuelo de papeles, cosas que se caían, la escena empezaba a rayar lo increíble.
De repente apareció un hombre de serio semblante y opaco traje con corte inglés. Lo saludo con un firme apretón de manos. -¿El Sr. Zapiola, supongo? – Espero que cual sea el problema lo solucionaran pronto, necesito mi diploma.
-Eso me gustaría Sr., pero al parecer tenemos un faltante en su expediente, no podemos extender el certificado, sin contar con los certificados de niveles anteriores, al parecer, esta extraviado su certificado de jardín de infantes.
Esta parecía una broma de mal gusto, su ceño se fruncía transmitiendo su enojo, el enrojecimiento de su rostro resaltaba en el marco de su inmaculada camisa.
Rápidamente el supervisor trato de tranquilizar la situación y busco una solución rápida al asunto. – No se preocupe, podemos certificar el nivel faltante si supera una simple prueba.
Le extendió una hoja de papel y le pidió que haga una hilera de palotes.
Tomo la hoja con desprecio, tembló al sujetar el lápiz, trazo bruscamente el primer palote, rompiendo la punta perfectamente afilada de grafito.
Una lágrima de rabia cayó sobre el papel, debía aceptar que nunca había aprendido a hacer palotes, pues nunca había ido al jardín de infantes, sabia ahora que debía conseguir en forma urgente un pintorcito azul y una bolsita para la merienda.

Fin.-



1 comentario:

  1. ¡Muy bueno Leo!!!!! Menos mal que la burrocracia impidió que todo un abogado no supiera hacer palotes!!!

    ResponderEliminar