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acía mucho
calor, pero el impermeable que llevaba cubría por completo sus ropas y no se atrevía
a quitárselo.
Camino por
ese hall, donde la gente se amontonaba por sectores, mirando hacia los lados y
hacia atrás nerviosamente. Dos oficiales de policía pasaban conversando de sus
propios asuntos, él rápidamente bajo la mirada y escondió el rostro bajo las
solapas.
Llego a la
fila de embarque, descargo su valija en el piso, sintió sus manos
húmedas, las miro disimuladamente para comprobar que no estén manchadas.
Paso a paso
avanzo la fila, cuando un guardia de seguridad se acercó a la despachante y
tomo su lugar, mientras esta le comentaba algo al oído. Este procedimiento era poco común, ¿Qué le había dicho? Su preocupación
crecía al tiempo que recibía mas y mas miradas extrañas.
Cargo su
pesada maleta unos metros más y la deposito otra vez en el suelo, miro hacia
atrás en busca de alguna rastro que lo delatara.
Otro paso
hacia adelante, observo su pecho y sus brazos, buscaba alguna macula
sospechosa. Dentro de aquel ropaje parecía nadar en sudor, sudor que poco a
poco se fue apoderando de su cuello y su frente.
Quedaban
pocas personas adelante y las miradas con el personal de seguridad se
cruzaban cada vez más frecuentemente.
Un paso más,
y al tomar su equipaje, trastabillo, de pronto todas las miradas estaban sobre él.
El guardia se acercó presurosos y lo tomo del brazo, -¿Se encuentra bien?,
balbuceo un “Si” inverosímil.
El agente
recibió una llamada de su intercomunicador y la contesto manteniendo agarrado su brazo.
Las manos le
temblaban, y transmitían el impulso a todo el cuerpo. La gente se
amontonaba en la fila y los ánimos se ponían cada vez más caldeados por la demora.
Tomo por
última vez su maleta, miro hacia atrás y pudo divisar un claro entre la
multitud. Empujo al guardia y salió corriendo, corrió como nunca en su vida,
corrió y solo se detuvo frente a un taxi en el que salto a su interior.
Una vez en
camino, por fin se sintió seguro, se abrazó a la valija tranquilizándose, debía
buscar otra forma de pasar sin declarar esas frutas maduras que tanto ansiaban sus
parientes.
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