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esde muy
chico deseaba tener un circo, pero no cualquier circo, él quería uno de pulgas
amaestradas.
La
dificultad era mayúscula ya que, ¿dónde hallaría la cantidad y además la
calidad artística necesaria de aquellos pequeños chupones?
Se dirijo
entonces a la veterinaria del barrio y manifestó al despachante su intención de
conseguir tal poco común plantel. El pedido
fue recibido con cierto asombro, mas últimamente la gente estaba lo bastante
loca como para querer las mascotas más insólitas.
Un semana después
volvió por sus parásitos artistas, pero solo consiguió un grupo de amateurs,
con poca o nada experiencia circense, fue todo lo que pudo reunirse.
No le
importo y se llevó consigo al grupo en una pequeña caja de madera. No era cosa
de ponerse exquisito, después de todo esta situación le permitiría hacer un
circo, digamos a su medida.
Día tras día,
con gran paciencia, se dio a la tarea de entrenar a los pequeños vividores,
hasta que por fin dominaron cada acto del bestiario espectáculo.
Preparo entonces
una presentación de debut, adorno con las galas más delicadas el escenario, e
invito a parientes y amigos al poco común evento.
Todo estaba
dispuesto y a la hora señalada para la salida de los artistas, todas las
miradas estaban puestas en el centro de la caja, donde debería aparecer el
presentador, pero nada, ausencia total.
Los minutos
pasaban y el público se inquietaba, nervioso por la situación se acercó para
indagar que ocurría, se extrañó al ver al equipo reunido en una ronda cerrada,
una pulga se adelantó y le comunico la decisión del conjunto, no habría
función, se declaraban en huelga.
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