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on Atilio
era un tipo sencillo, disfrutaba de las
pequeñas cosas de la vida y podía decirse que era muy previsor.
Sus amigos
más impulsivos, habían elegido para sus retiros, destinos de los más
extravagantes, la playa, la montaña, la
cancha de Boca y hasta algún monumento histórico.
Pero el, eligió
una parcela orientada al sudeste, donde poder aprovechar el sol la mayor parte
del día, prefirió un lugar alejado del tránsito para que el canto de los pájaros
acompañara sus horas de descanso.
Ser
previsor, significa planificarlo todo con exactitud, y es justamente lo que Don
Atilio había hecho, mas su primer estadía en aquel paradisiaco lugar le haría
saber que no todo puede ser previsto, ni planeado.
Pensaba
comenzar su día con el sol del amanecer despuntando el alba, con el perfume del
pasto humedecido con el rocío matinal y el delicado canto de los primeros chuchos.
Más triste
fue su desengaño al comprobar que su vecino de la diestra, tenía otras
intenciones, el muy desconsiderado, arranco su máquina a explosión para cortar
el césped, pronto el humo del combustible mezclado con lubricante le inundo los
pulmones y el agudo sonido del escape semejante a un mosquito embrutecido le
perforo los tímpanos.
Las horas
matutinas iban pasando, y llego a creer que su colindante jardinero pretendía
preparar un campo de nueve hoyos.
Trato de no
desesperarse ya que siempre que llovió, paro, mas como se equivocaba otra vez,
ya que a veces la lluvia se convierte en tormenta, cuenta se dio de esto cuando
la jauría de su vecina de la siniestra, prendió los ladridos y los dejo
prendidos, ladrando a las aves, a los moscos y hasta a ellos mismos.
Don Atilio
era un tipo sencillo, disfrutaba de las pequeñas cosas de la vida y podía
decirse que era muy previsor, mas ahora se lamentaba por no haber optado por
destinar sus cenizas a algún otro lugar como la habían hecho los impulsivos y
extravagantes de sus amigos y no en esta parcelita del jardín de la paz.
Todo no puede preeverse... Muy bueno Leo!!!
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