Presentación:

« Las palabras con las que nombramos lo que somos, lo que hacemos, lo que pensamos, lo que percibimos o lo que sentimos son más que simplemente palabras. Y por eso las luchas por las palabras, por el significado y por el control de las palabras, por la imposición de ciertas palabras y por el silenciamiento o la desactivación de otras, son luchas en los que se juega algo más que simplemente palabras..»

Jorge Larrosa

martes, 11 de febrero de 2014

El regreso del Capitán

H
acía tiempo que veía con preocupación a los chicos, no a algunos en particular, sino a todos los chicos. Parecía que de algún modo los habían dejado solos, los habían sacado de ese mundo imaginario que teníamos la suerte de habitar cuando éramos niños.

Ver la televisión no era ya ver aquellos dibujitos, donde nuestros héroes avivaban la ilusión, ahora lo común era ver novelas gringas con diálogos neutros, de romances a edades cada vez más temprana, o avatares de niños grandes que van a costosos institutos y sueñan con saltar a la fama.
Habar con algún amigo, ya no es algo que se haga en persona, eso sería algo impensado, lo normal era masajearse por Facebook o chatear tras un teclado.
La plaza del barrio era ocupada por maleantes, había más botellas de alcohol que piedras en el camino. Los juegos, solo estaban presentes como esqueletos de metal, rotos y descoloridos.
Después de todo, quien se tomaría el trabajo de imaginar un juego, si uno podía ahora meterse dentro de una simulación.
Pasaban por las veredas, apurados, de la mano de sus padres, temerosos.
En las paradas de los colectivos, o en el andén, se los veía distantes, muchas veces sumergidos en pequeños aparatos electrónicos o teléfonos.
Los patios de las escuelas, antiguos lugares de encuentro hoy solo servían para contener grandes cantidades de alumnos solitarios, cada uno en su pequeño mundo, o dirimir alguna disputa creada en el mundo virtual.
Como siempre, cuando se sentía perdido iba a la antigua casa de su abuela, allí la anciana guardaba celosa una porción del pasado, que los años no lograban alcanzar. Ella no vivía ajena a al tiempo, al contrario, siempre estaba al tanto de la actualidad, solo que tenía la capacidad de no olvidar, de mantener vivo lo mejor del pasado, la experiencia, para vivir el presente.
En la amena charla paso la tarde contándole sus preocupaciones, ella apenas pronunciaba palabra, pero escuchaba atentamente. Una vez que termino de exponer su visión, ella se levantó sin hacer ruido y salió de la salita.
Tiempo después reapareció con una antigua caja de madera, cubierta de polvo. Se la extendió y le dijo, -Siempre te dije que para cambiar las cosas, había que arremangarse, ¿te acordas?, -Lo conocí cuando tenía apenas 3 años, él se despidió de mí, fui la última en verlo, pero antes de irse me dejo esto. "-Algún día, cuando sea necesario, volveré...", -Me dijo.
Tomo la caja con cuidado, la desempolvo con un suave soplido y pudo ver un gravado en la tapa "CP". Ansioso la abrió, la anciana le sonreía, había nacido en ella un intenso brillo en los ojos, que ni siquiera las lágrimas podían opacar.
Pronto desde el interior pareció asomar una luz enceguecedora, que iba menguando lentamente, para cuando logro ver nuevamente, distinguió una gorra blanca, una gomera de alambre, un cinturón de cuero y una cartuchera sin revolver.
Se atavió con ellos, y ajustándose el cinturón, supo que por fin estaba de vuelta. Desde la cocina escucho,-Piluso, a tomar la leche...



1 comentario:

  1. Muy bueno Leo, yo que soy un poco más vieja viví en el relato pasajes de mi infancia, y senti la necesidad de llevar a mi nena a jugar a la plaza, gracias por compartir tu talento

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