Presentación:

« Las palabras con las que nombramos lo que somos, lo que hacemos, lo que pensamos, lo que percibimos o lo que sentimos son más que simplemente palabras. Y por eso las luchas por las palabras, por el significado y por el control de las palabras, por la imposición de ciertas palabras y por el silenciamiento o la desactivación de otras, son luchas en los que se juega algo más que simplemente palabras..»

Jorge Larrosa

sábado, 28 de septiembre de 2013

Crónicas de una experiencia casi sexual. (Cuento inspirado en el relato de Nazareno Zarate.)


L
a primavera estaba llegando, el alba se mostraba fresca pero luminosa, una gama de colores renovados magnificaban la plaza cercana a la estación de trenes, de la que tuve la gracia de contemplar por más de 15 minutos, ya que ninguno de los automovilistas me dio paso, cruce la calle luego del descuido, la duda de uno de ellos, quien pronto recupero la cordura y trato de arrollarme.
Felizmente llegue a la ventanilla de la boletería, un vidrio oscuro me mantenía alejado de aquel personaje que dispensaba boletos, seguramente tenía algún convenio con la agencia central de inteligencia, una doble identidad, por lo que nunca me enteraría de quien era.
Baje las escaleras, solo para volver a subirlas y llegar al andén, no sin antes sortear a quienes tenían toda la intención de arrastrarme, pisotearme y si fuera necesario taclearme cual rugbier hambriento de gloria para llegar antes que yo, parecía un carrera mortal, otra vez debo agradecer el haber salido airoso, luego de dispensar, lo confieso, algún que otro codazo.
Una vez en el andén, me dispuse a esperar al tren con tranquilidad, otro error de previsión, pues la tarea consistía ahora en esquivar a cientos de personas que iban y venían, vaya uno a saber adónde, parecía que no podían estarse quietos.
El tren llego, freno y una de sus puertas quedo frente a mí, se abrieron los paneles automáticos, nadie bajo, voltee apenas y comprobé que había unas señoras tras de mí, por lo que cedi el paso, lo que fue interpretado como un signo de debilidad por quienes me rodeaban, abalanzándose para entrar, empujando, y hasta pateando mi molesta presencia hasta desplazarme por completo. Obviamente cuando intente hacer el ascenso solo quedaba la posibilidad de esperar el siguiente tren.
Y así lo hice, otra vez esquivar a los cientos renovados, o no, quizás algunos solo estén allí con ese objetivo, que iban y venían, otra vez la formación que frenaba, la puerta, los paneles, pero esta vez, tome aire y cual clavadista profesional me zambullí en el mar de personas ya instaladas dentro del coche, sin vacilar, sin prejuicios, esta vez había aprendido la lección.
Con movimientos suaves pero precisos acomode mi humanidad lo mejor que pude, y empecé a tratar de subir mi mano libre para asirme de algún lado, cuando me di cuenta, estaba tomando un pecho de la señorita que se encontraba frente a mí, a quien la situación no parecía disgustarle. El tren empezó a moverse, tome con mis rodillas el maletín, e intente subir mi otra mano, pero no tuve mejor suerte que la vez anterior y antes de que pueda hacer nada, otro pecho pero de otra señorita parecía haberme tomado a mi, esta última miro de reojo a la anterior, como diciéndole, - A mí también me toca, ves? no te llevas la exclusiva.
Pronto note que un vaho se apoderaba del coche, la respiración de los pasajeros se entremezclaba con fuertes colonias, perfumes y algunas emanaciones corporales, unas provocadas por el calor, más otras tenían relación con la cena del día anterior.
Una respiración fuerte llego a mi cuello, parecía que un par de fieras salidas del zoológico estaban tras de mí. Fue entonces cuando sentí que me apoyaban algo por detrás, rápidamente trate de juntar varias partes de mi cuerpo, entre ellas mis manos  para rezar, rogué por todos los cielos que aquella sensación fuera producto de una billetera, un celular, incluso algún envase de bebida, esta operación de seguro había dejado insatisfechas a aquellas señoritas de 83 y 84 años respectivamente, no me importaba, yo seguía teniendo prioridades.
El bamboleo del tren y la posición en la que estaba me era por demás desventajosa, mas no sospecharía de ningún modo que pudiera agravarse, como podría?, la contracción de mis músculos, la posición de mis manos, la mirada resentida de ese par de damas, los aromas circundantes, todo aquello creía yo que era el punto culminante de aquel viaje.
Mas como me equivoque, aquel matutino recorrido me tenía otra sorpresa, un parlante de un gigantesco aparato musical que traía un vendedor ambulante, quedo a centímetros de mi pabellón auditivo y a esa orgía sumose la más delicada música de cumbia.
A punto del éxtasis, porque no decirlo, de un orgasmo en tránsito, el tren paro, una enorme ola de personas me empujó hacia afuera, no mire atrás, no quise saber de las señoritas, de el/ los responsables del aroma, de el/ los dueños de aquellas abultadas billeteras, ni siquiera del generoso vendedor que compartió esas piezas de exquisita música con todos los presentes, solo seguí mirando hacia adelante y apure el paso hasta salir del andén y dejar muy atrás la estación. Por lo general, tomo un colectivo más hasta mi trabajo, pero ese día había tenido bastante, estaba por demás extasiado de mi experiencia ferroviaria.
Fin.

1 comentario:

  1. ¡Toda una experiencia sexual!!!!! Casi imposible de evitar para quienes tienen que utilizar ese medio en horas pico. Te cuento Leo que me provocaste la contradicción de reír y llorar al mismo tiempo. El relato está en tono divertido, muy divertido, pero, para quienes conocemos el drama de la gente que lo sufre día a día no puede ser risueño.... Muy bueno!!!!! Abrazo

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