Se paro junto al cordón de la
vereda, de pronto cruzar o no la calle se convirtió en una decisión
trascendental. No podía explicar por que pero su preocupación contagio a varios.
La gente que iba llegando y tomaba su posición, miraba a ambos lados y se
abstenía de avanzar. Pronto la vereda estaba casi completa, el ruido de los
comentarios era abrumador.
Las autoridades preocupadas,
enviaron un patrullero, estaciono junto al indeciso, bajaron de él varios
agentes, lo condujeron al asiento trasero y partieron raudamente. No se
podía permitir tal grado de desconfianza, pronto, todos empezaron a cruzar la
calle.
Nunca se supo que fue de aquel hombre.
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