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odo empezó aquel 8 de
diciembre, por la mañana, lo recuerdo como si fuera hoy. Era día domingo y se vivía
en el aire el espíritu festivo de las próximas navidades y el fin de año.
Luego
del desayuno en familia, como muchos otros vecinos nos dimos a la tarea de
ornamentar nuestra morada con todo le merchandising festivo disponible, a mi
como a otros jefes de familia me convoco la instalación de las luces de
colores, las del árbol y las de la casa, si bien esta tarea no fue fácil, no entrare
en pormenores, ya que le he dedicado anteriormente un relato.
Transpirando
orgullo, con mas de 35 grados centígrados, complete la tarea y sonreí al ver mi
obra concluida, mas mi alegría se magnificaría al comprobar que mi vecino de
enfrente había logrado el mismo éxito con sus flamantes luces de colores,
construidas especialmente en algún suburbio chino.
Sentí que el espíritu
navideño me invadía plenamente, y creí oír un villancico que envolvía a todos
con su alegría norteña. Es más no solo creí oírlo, lo oí, venia de esas maravillosas
luces. Cruce con mi vecino una mirada en la que la mutua satisfacción nos
obligo a reflejarnos la sonrisa.
Pronto
llame a la familia y compartí con ellos aquel escenario, nos abrazamos y dimos
gracias por el momento.
Pero
que pronto que cambian las cosas, que ruines somos, que duros nuestros
corazones, como somos de intolerantes, ya que a la semana de aquel hecho estaba
buscando algún misil de corto alcance, enriquecido con uranio para comunicarle
a mi vecino que tal música infernal había logrado trepanar mis tímpanos y que su
constante chirrido estaba logrando que mi cordura se pierda en un charco
inmundo de deseos siniestros para con el, y de yapa para con su impúdica
familia.
Luego
de mas de quince días de tortura, y ya que ese sonido gutural no cesaba, masculle en soledad una y otra
alternativa, el odio me carcomía las entrañas, pero pronto dispuse de un plan a
la altura de las circunstancias, podría catalogarse como arriesgado, pero no
importa nada, cualquier sacrificio era mínimo para esta empresa.
Me
dirigí presuroso a la casa de artículos eléctricos y compre miles de lámparas,
que digo miles, compre todas las lámparas de colores disponibles, y en el
preludio del año nuevo, las conecte, haciendo mi jugada maestra, suponía que si
lograba un pico de consumo, podría hacer caer toda la línea de baja tensión del
vecindario, logrando el inminente cese de hostilidades auditivas. Ya se, mi
plan tenia como todos un punto flojo, recibiríamos al nuevo año a la luz de las
velas, privados de la refrigeración necesaria para superar la creciente ola de
calor que nos mantenía a diario sofocados con mas de 40 grados, pero tal fisura,
tal escollo, no podía detenerme para alcanzar el éxito.
Todo
estuvo preparado, y minutos antes de las doce mi familia esperaba con sus
mejores galas el momento, no de la llegada del cambio de año, no, del momento
culmine de mi partitura, del momento ultimo de mi magistral plan, y fue así,
como mojado por completo con el sudor, con el pecho lleno de satisfacción, la
rente en alto, mire a los ojos a todos y
cada uno, recibiendo en cada caso signos de aprobación, hice la ultima
conexión, las luces vacilaron, se oyó un fuerte chasquido y la calle quedo
pronto en la mas negra oscuridad en el mas profundo de los silencios, iluminada
solamente por las flamantes luces chinas de mi vecino que ese año nuevo nos
siguieron deleitando con su esperanzadora música, seguramente mi vecino pertenecía
a otra linea de corriente.
Fin.-