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omo todos
los años, él sabía que aquella obligación lo estaba esperando, podía hacerse el
desentendido, podía encontrar otra ocupación, pero tarde o temprano debía enfrentar
la tarea, nadie más que él podía hacerlo, después de todo era su
responsabilidad.
Tenía todo
el día libre, así lo había previsto, debía encontrar el momento justo, por lo
que dejo pasar la mañana y el almuerzo, trato de no pensar, manteniendo la
mente libre para lo que vendría.
Luego
de una siesta, preparo los mates, tomo aire inflando el pecho y se dispuso a
enfrentar su destino. Bajo del altillo aquella caja de procedencia china, la
miro con desprecio, la ubico en el centro de la mesa, cebo el primer mate, sorbió
la infusión que estaba a punto del hervor, el dolor que le provocaba cuando recorría
los recintos de su boca, lo enfocaba. Necesito encender un tabaco, para tranquilizarse
un poco. Mientras las hebras de humo gris lo envolvían, el sudor se había apoderado
de su frente y sus manos, ahora sí, estaba dispuesto.
Dio un par
de vueltas a la mesa, tomo la tapa de cartón y con un ágil y certero movimiento
abrió la caja. Allí, estaban, cubiertas por una fina capa de tierra, en un
enjambre incomprensible, sin comienzo ni final, esa tira de cien luces
navideñas. Ahora era cuando, ya no podía posponer más su accionar, debía darse
a la faraónica tarea de desenredarlas y colocarlas, resoplo y vino a su mente el
mismo reproche que lo hostigaba año a año si solo se hubiera tomado unos
minutos el año pasado para guardarlas, hoy no sufriría…
Fin.-
Muy bueno y sugerente... Tal vez porque a mi me suele pasar.
ResponderEliminar¡Muy cierto Leo!!!! ¡Muy bueno!!! Abrazo
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