Me había acostado temprano, quería
llegar rápido al día de la entrega, se me hacía imposible dominar la ansiedad.
En las primeras horas, me
levante varias veces al baño, como excusa para ver el reloj, lo miraba de
costado como con desprecio, ya que parecía marchar más lentamente que lo
habitual.
Promediando la madrugada, me puse la bata
encima y tome ubicación más cerca de la puerta principal, de cuando en cuando,
miraba por la rejilla hacia el exterior, tratando de escudriñar la llegada del
pedido.
Sentado en el sillón las
luces callejeras cortadas por la persiana, iluminaban los minutos y las horas de
esa espera angustiosa, que de a ratos tomaba respiros en un sueño intranquilo.
Fue a eso de las nueve de la
mañana cuando el sol refulgía por los intersticios, que el timbre resonó, no podía
acertar con la llave correcta en la cerradura, y hasta se me cayó varias veces.
El despachante traía una pequeña
cajita forrada con papel madera, no recuerdo como llego a mis manos, quizás se
lo arrebate, no recuerdo tampoco haber
firmado los papeles de uso, lo cierto es que me encontraba ahora sobre la
mesita del estar, inseguro sobre cortar o romper el envoltorio.
¿Qué importancia tendría mantener
en condiciones el cobertor y la caja? Después de todo, quizás esto me quite tiempo
de dedicarle a mi nuevo aparato.
Por cierto, había olvidado
por completo que había faltado al trabajo, ya era tarde para cualquier cosa,
incluso para pretender un refriado o cualquier indisposición temporal.
No
importaba nada, ahora lo tenía, lo observaba de cerca, desde
varios perfiles y no podía dejar de sucumbir ante la perfección de sus líneas. Tenía
que empezar la carga de la batería, ocho horas seguidas por lo menos, era lo
recomendable para extender su duración y si fuera por mí, quería que dure para
siempre.
Me esforzaba por no ceder a
mis deseos de verlo encendido y permanecí inmutable durante todo el tiempo de preparación.
Ay!!! Cuantas horas y mis
extremidades se habían acalambrado, la posición penitente hacia el hermoso
aparato había entumecido mis rodillas. De a ratos apoyaba suavemente la cabeza
en mi antebrazo poniéndome a centímetros de su perfectamente negra pantalla y
me permita algún entresueño, algún lento y suave suspiro.
Por fin “carga completa”,
pero no sabía si era conveniente empezar a usarlo así, sin funda, sin protector
de pantalla, era un riesgo inmenso, ¿y si se caía?, peor aún, ¿y si se rayaba? Me
era difícil pensar en cosa peor, en castigo más grande de parte de la
providencia. Tenía miedo, un sudor frió empezó a ganar lugar en mi entrecejo.
Los minutos pasaban y no podía
decidirme, la caja junto a manuales y cables que no eran esenciales yacía
retorcida en el cesto de basura, habían perecido para no solazar al ahora
protagonista principal de mis días. Tampoco podía empezar a usarlo sin correr
un riesgo mortal, apretaba los dientes, iracundo.
Tome, una bocanada de aire,
me concentre, me prepare apretando mi mano antes fuertemente, y lo tome,
lo agarre suave pero firmemente entre mis dedos.
Ahora, si, la emoción era
suprema, sin exagerar creo poder haber derramado alguna lágrima, que de seguro censure
para no manchar la pantalla.
Encendio luego de varios
minutos, e inicio el proceso de personalización, para saber todo de mi, para
conocerme mejor que nadie, para guardar mi perfil, todo lo que soy, lo que
quiero ser; para hacer mi vida más fácil, no me cabe en la cabeza como había hecho
hasta ahora para vivir sin él.
A partir de ahora, me iría a
dormir con su música, tendría a la mano la música, toda la música, pasaría horas
tratando de decidirme, y a veces no podría hacerlo… ¿que escuchar? Por suerte,
ahora me conocía bien, podría sin duda elegir por mi...
Podría contestar todos los
correos, mensajes, crear grupos, hacer llamadas, si llamadas; llamar, llamar a
todos. Podría instalar cuantas aplicaciones se me ocurran y actualizarlas sin
pagar un centavo, solo necesitaría tiempo, pero ¿Qué vale el tiempo?…
Podría tener miles, que digo
miles, millones de libros a mi disposición, no me alcanzarían las horas del día
para leerlos a todos, pero podre tenerlos, seguramente los tenga, los guarde
para mas adelante, para cuando pueda tener un rato, ahora, ¿ por cual empezar…?
Me levantaría con su alarma,
apenas unas horas después de haberlo dejado bajo la almohada, lo arroparía conmigo,
y dormiría conectado hasta en mis sueños. Podría llevarlo a la ducha pues era
resistente al agua, y escuchar las noticias matutinas, incluso podría poder ver
el clima y decidir que ropa ponerme, ya nunca mas me sorprendería el sol, ni la
lluvia, ni siquiera el viento; si, ahora era más poderoso que el viento…
En el desayuno enviaría adelantaría
trabajo, programaría reuniones, contestaría preguntas, participaría en foros,
redes sociales…
Ah, pasar horas conectado a
redes, mirando fotos y videos de otros, que exponen sus grandes miserias, sus
pequeñas alegrías, yo también tengo para exponerme, para que me miren, para
mostrarme.
Podre participar de campañas
y petitorios, por la justicia, por el bien común, podre ser un ciber militante.
Podre escaparme a un lugar en
el que nadie podrá entrar, podre recorrer lugares simulados, sin ver importarme
ni nada de lo que me rodea…
Si!, podre comunicarme diariamente
con amigos y familiares que no veía hace años, pero que ahora serán tan
cercanos…
Tendré acceso a toda la información
disponible, todos los conocimientos de la humanidad estar alcance de mi mano,
sin esfuerzo, podre saber de todo, sin estudiar nada, podre opinar y opinar, no
solo opinar también podre condenar…
La vibración, esa vibración,
era como si el aparato no quisiera estar en mis manos, estaba ahora como perdido
en mis pensamientos.
Mi rostro se endureció, apretaba
los labios, abrí nerviosamente las manos y cerré los ojos mientras escuchaba el
precioso aparato destrozándose contra el piso.