U
|
na tarde de calor, mucho calor, en el auto no se
podía más. Ni siquiera el aire acondicionado refrigeraba una ambiente que parecía
al rojo vivo.
Había
seis vehículos en la cola, pero ya casi no tenía combustible, por lo que era
imperativo esperar.
Esperar, parecía que todos estaban hechos de
chicle y con el calor se pegoteaban entre sí y con los surtidores, así uno a
uno iban pasando en cámara lenta.
Entonces, mientras todos seguíamos el orden,
mientras todos nos cocinábamos como sardinas en nuestros habitáculos, mientras
todos respetábamos a los demás, llego él.
Si, él. Ese pelado panzón, regordete vestido con el pantalón de gimnasia de las
tres rayitas. Debo confesar que esa remera rosa resaltaba su bronceada cara de nada.
Este personaje,
paso por nuestro lado, nos rodeó y se adelantó, tomando el primer turno en el
surtidor de enfrente que desde nuestro lugar parecía cerrado, pero estaba
totalmente operativo.
Cargo nafta con
cara de satisfacción, ya que no solo logro el trámite sin esperar, fresquito
como una lechuga, sino que literalmente libero sus eses sobre todos nosotros disfrutando
cada empujoncito.
Yo conté hasta
diez, más vale hasta veinte, y utilice una técnica muy efectiva para estos
casos, cerré los ojos e imagine al imbécil saliendo muy contento después de su
osada maniobra y recibiendo de lleno las cinco toneladas de un camión lechero.
Me quede con la frase pintada en su parte posterior "Si te molesto, tocame el pito"
No hay comentarios:
Publicar un comentario