Presentación:

« Las palabras con las que nombramos lo que somos, lo que hacemos, lo que pensamos, lo que percibimos o lo que sentimos son más que simplemente palabras. Y por eso las luchas por las palabras, por el significado y por el control de las palabras, por la imposición de ciertas palabras y por el silenciamiento o la desactivación de otras, son luchas en los que se juega algo más que simplemente palabras..»

Jorge Larrosa

lunes, 23 de febrero de 2015

La mano insubordinada

P
or lo común comenzamos el día atendiendo a la rutina, sin percatarnos de lo afortunados que somos de que todo esté en su sitio y funcione sin contratiempos. En las cosas simples uno no espera, ni desea cambio ni revoluciones, solo monotonía.
Pues bien, cuando más necesitaba ese acorde devenir de lo conocido, ese día en que su futuro laboral pendía de un hilo, ese día en que había planeado declarársele, ese preciso día, ella si ella, fue la musa de la discordia. Se había levantado con ansias de sobresalir, de convertirse en estrella, de ser el centro de atención.
Por su puesto que las actividades normales estaban descartadas, incluso las más necesarias y escatológicas, la siniestra no solo se negó a colaborar con el baño diario, sino que desistió de una obligación que la tenía junto con el papel higiénico como irremplazable.
Sin asearse, con la cara cortada, desarreglado hubo de dirigirse a su trabajo, peleando nunca mejor dicho a brazo partido para lograr  y transitar el camino sin accidentes y relativamente a horario.
Llego a la oficina una vez que la reunión tenia algunos minutos de iniciada y se llevó puesta esa mirada de soslayo y reprobación de su jefa y sus compañeros.
Pero no todo era tan malo, no hasta el momento donde se distribuirían trabajos y obligaciones para el año. Otra vez el protagonismo, ella no dejaba de levantarse, contrayendo todo tipio de actividades, incluso fuera del horario laboral. Dio gracias que hubiera concluido el asunto sin tener que arrodillarse diariamente para saludar a toda la línea jerárquica.
Casi abatido, para media mañana era un estropajo que se fregaba por las paredes de los pasillos, tratando de evitar más infortunios provocados por la mañosa extremidad, recorría el piso de la oficina por lugares intransitados.
Se acercaba el medio día, y con el almuerzo, que podía cambiar el resto de su vida, estaba seguro de que ella no claudicaría hasta arruinar por completo el momento.

Cavilando en estos pensamientos hizo foco en aquella caja roja en el  pasillo, si esa junto a la toma y  la manguera de incendios. Vio la herramienta tras el cristal y en el resplandor de su filo, supo que se encontraba la solución, ya no había opción, la insubordinación no terminaría, emprendió entonces una drástica separación.

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