Presentación:

« Las palabras con las que nombramos lo que somos, lo que hacemos, lo que pensamos, lo que percibimos o lo que sentimos son más que simplemente palabras. Y por eso las luchas por las palabras, por el significado y por el control de las palabras, por la imposición de ciertas palabras y por el silenciamiento o la desactivación de otras, son luchas en los que se juega algo más que simplemente palabras..»

Jorge Larrosa

domingo, 25 de mayo de 2014

El critico

Encaro tan decidido el comedor, que el mozo que lo recibió no pudo sugerir ubicación como a cualquiera, se debió contentar con acompañarlo hasta la mesa. Se sentó, y miro todo a su alrededor, hizo foco en la tabla  y reparo en cada detalle, mantel, servilletas, disposición de los cubiertos. La expresión de su rostro, era la misma que la de alguien que olfateaba estiércol.
El joven se presentó con el menú en mano y una amplia sonrisa, que pronto se borró al ver a los ojos al mal llevado cliente. En cuanto estuvo pronto para retirarse, recibió la primer orden, que fue emitida sin siquiera consultar existencia, como si fuera imposible la ausencia. – Cabernet Sabignon, del 90.
Minutos después, sorbió sonoramente el vino contenido en esa cristalina copa y lo aprobó a regañadientes con un gesto de desdén. Pidió una entrada ligera, y un plato principal cuya elaboración convoco al más experto chef de la cocina.
Una vez servida la mesa, empezó a comer como sin ganas, separando y revisando cada ingrediente, saboreando y anotando cada impresión. Su actitud ya había llamado la atención de todo el personal, no podían encontrarse frente a otro que no fuera un crítico gourmet. Con la intención de recibir una buena recomendación, cada uno se esforzó por complacer aquel curioso comensal, fantaseando con la tapa de alguna revista del ramo.
Fue el postre la piedra de la discordia, arruino con un caramelo apenas quemado, lo que hasta ahora había sido una seguidilla de éxitos culinarios de nivel superlativo. Se levantó, enojado, tirando la servilleta sobre la mesa, puso manos en los bolsillos y se retiró del recinto sin cambiar palabra con nadie, a paso sereno y levantando la barbilla a un punto casi inalcanzable.
Mientras el ofendido caminaba hacia su casa, en el negocio nadie hablaba sobre lo sucedido, las miradas coincidían en la responsabilidad absoluta de aquel amargo flan. El incidente trato de olvidarse rápidamente, rezando porque pase inadvertido en la crónica de aquel desconocido.

El, ya en la comodidad de su sillón predilecto, bebía un café cargado, tratando de pensar cual sería el lugar en el que almorzaría, sabia de buena fuente que el bodegón sobre Cerrito, tenía una salsa roja de acidez imperdonable.

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