abían tomado
ese fin de semana como excusa para el descaso y el reencuentro.
Tomaron la
ruta temprano, desde que él bebe había nacido, no viajaban de noche, lo creían
muy peligroso.
Cerca de un
pueblito alejado de la civilización, conectado al mundo solo por esa calzada,
un conductor que se dormía, una frenada brusca, el vehículo fuera de control,
los neumáticos que chirriaban, el golpe, el estruendo, la oscuridad.
Luego todas
fueron escenas cortadas.
La camilla,
las corridas el fuerte olor a sangre, el dolor, otra vez la oscuridad.
La sala
nueva, pero vacía, las enfermeras improvisando vendas con delantales. La desesperación,
el dolor que no cesaba, no había analgésicos, la soledad. El olor de los
cabellos de su niña.
Un joven
doctor, lo miraba descorazonado, con bronca, no había con que hacer, no se lo podía
trasladar, su rostro mostraba el exceso de horas necesarias para vivir de su
mal pago trabajo, otra vez la soledad, la espera. La mirada de amor aquella
tarde de juventud.
El sol entrando
ahora por una rendija, las maquinas que lo monitoreaban fallaban, nadie las atendía,
siempre fallaban, necesitaban mantenimiento, ruidos sordos, pasos, el dolor,
otra vez la espera, se esforzaba para darles tiempo a llegar. ¿Dónde estaban?
El dolor que
se va, los músculos que se relajan, el último aliento, los ojos cerrándose,
esperando, su familia que no está.
Ahora el
silencio, la enfermera lo contempla, una lagrima de impotencia que no llega a
nacer, puños apretados, solo podía dedicarle esos minutos, debía reponerse y
seguir.
Todo
termino, se fue sin ruidos, anónimamente, se fue esperando, lastima, nunca llego a saber que su familia hacia horas
aguardaba por él.
Fin.-