Presentación:

« Las palabras con las que nombramos lo que somos, lo que hacemos, lo que pensamos, lo que percibimos o lo que sentimos son más que simplemente palabras. Y por eso las luchas por las palabras, por el significado y por el control de las palabras, por la imposición de ciertas palabras y por el silenciamiento o la desactivación de otras, son luchas en los que se juega algo más que simplemente palabras..»

Jorge Larrosa

miércoles, 27 de julio de 2016

The Fisherman

El viaje se había arreglado sobre el pucho, por lo que ni bien hubo empezado el fin de semana, se acomodaron los bártulos en la caja de madera del utilitario, se sentaron los pescadores en el butacón único, el hábil piloto giro al punto dos la palanca de contacto, luego la del pre calentador, segundos después, un hilo de humo grisáceo precedió un rojo profundo que venía de los agujeros del indicador en el centro del tablero, y como un tractor arranco la rastrojero Diesel, sin duda orgullo ingenieril Nacional.


Hoy el camino que une el sur del conurbano bonaerense con la localidad de General Belgrano a orillas del Rio salado, se recorre en no más de una hora, mas por aquel entonces el viaje tenía otra mística, pues el repiquetear y las vibraciones del tractorcito se sentían en las tripas, y los pequeños parabrisas, apenas mostraban en la noche, la ruta que iban develando los proyectores incandescentes.
El olor al verde húmedo del follaje, se metía por la nariz con el aire puro de la madrugada, a veces cortado por un aroma ácido  del orín de  algún zorrino, otras por el perfume de un negro dulce que se pitaba de cuando en cuando.
Y así, pasadas un par de horas de la medianoche, llegaban las tres generaciones de bravos, que venían a las orillas del vigoroso curso de agua a iniciar en las labores al más joven de ellos.
Hablando del más joven, hacia un rato que roncaba, se había arrebujado en el costado de su abuelo el “Mereco”, una vez que había promediado itinerario, por lo que sus recuerdos hoy día se entrelazan con las nieblas del tiempo.
Armada la carpa, fue el padre y piloto, mientras el viejo empezaba las tratativas con su poderosa tacuara, quien con paciencia ayudo al novel en el armado de su equipo nuevo, encarnado y voleando el plomo, alojándolo luego en el posa caña.

Permítaseme un discurrir al punto, pues el referido equipo era más bien uno pensado para pequeños pejerreyes, antes que  escualos de gran porte.

No vaya creer que aquel aspirante carecía de interés; más la práctica de la redada, tenía mucho de arte en donde la paciencia era sin dudas la materia prima; y después de tanta mansedumbre, de tal eufórico recorrido y al reflejo del satélite terrestre, el aprendiz le contesto con resuellos, cabeceos y otra vez ronquidos.
Mientras los pescadores cumplían su tarea con buen rendimiento, el dormía a pata suelta, y ya ni siquiera sentado, sino que se había desparramado en la carpa tapado con varias mantas.


Rayando el amanecer, y al ver que el cebo del equipo del novato solo se había mojado y no había sido objeto de atención de ni si quiera un helecho de rio; el viejo manoteo presuroso una de sus capturas de la red y lo engancho del anzuelo soltándolo inmediatamente al agua.
El primerizo asomo la cabeza, despegando de a uno los ojos, ante los llamados de los otros dos, que le anunciaban el tironeo. No daba crédito a que algún pez haya querido tentarse y ahora este atrapado a su merced. Mientras recogía seguía las indicaciones que le iban marcando sus mentores y pronto tuvo a su pescado, era un bigotudo bagre de mediano tamaño, que a relato de pescador podría tranquilamente llegar a los 5 kilogramos de peso.
Exhalo con fuerza, dejando caer las tensiones con las que se había trenzado en la batalla, alzo la cabeza con esa suficiencia de la tarea cumplida, miro al horizonte, echo manos a la cintura y con voz de mando dijo: - Vos, papa, hacete cargo del peje, que yo, yo tengo que descansar…


Fin.-

2 comentarios:

  1. Que bueno que hayas regresado y, mejor aún, con tan lindos recuerdos y reconocimientos... Un abrazo

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