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doraba
visitar la antigua casa de sus abuelos, donde el pasado se había estancado en
el presente evitando fluir.
Allí,
entre gruesas paredes, altos techos y pisos de madera oscura, añoraba el ayer
como si lo hubiese vivido. Incluso la antigua radio dispuesta en el centro del
estar, emitía todavía esas canciones de antaño, cuyas melodías lo invitaban a
soñar, mientras se sentaba placenteramente en el señorial sillón de cuero,
iluminado por los brillos de mil facetas provenientes de la imponente araña.
Aquella
tarde, en la habitación de enseres, encontró un espejo cubierto de polvo, de
marco de madera torneada, con una altura fuera de uso en estos días. Al pasarle
la mano descubrió aquella dama, cuya hermosa mirada lo cautivo para siempre.
Dibujando con la sobre el polvo, develo por completo aquella delicada silueta
que permanecía en silencio, muy quieta, mirándolo profundamente.
En
esa imagen, a diferencia de su mundo, lo antiguo cobraba vida señoreándose con
el color ocre de lo antiguo.
Quizás
algún otro día encuentre el coraje
necesario para cruzar el umbral, una vez del otro lado, la besaría y en ese instante atravesara los mares del tiempo.